Yo, mi fabulosa vida y la cultura de la auto-obsesión

¿Eres un esclavo de las redes sociales?

La cultura del siglo XXI gira completamente en torno a la auto-obsesión. Y lo mejor de estar obsesionado con uno mismo es que no te das cuenta de que todo tu alrededor también lo está. Quiero decir, no tienes ratos libres, ¿verdad? Pero antes de pasar a las cuestiones filosóficas, empecemos con una dura prueba psicológica, diseñada para profundizar en el núcleo de tu personalidad y descubrir exactamente cuánta empatía demuestras cuando se trata de los asuntos y las penas de tus amigos. Concretamente, me gustaría medir tu reacción ante una pequeña historia conmovedora de dos famosas mujeres de futbolistas – llamémoslas Victoria y Cheryl – que quedaron en Palma una temprana mañana de septiembre para tomar un café con leche y cotillear un poco sobre la premier league.

Pues bien, la autobiografía de Victoria basada en el romance con una celebridad se acaba de publicar, y V rebosa de historias de avances de seis cifras, largas tardes en la empresa de su escritor fantasma alto y apuesto, y cómo ahora mismo está completamente perdida pensando en cómo esquivar el pelotón arrasador de los paparazzi que ha acampado en la puerta del restaurante… La normalmente entusiasta Cheryl se ve reducida a un silencio virtual, aparte de un “ooh”, o “genial”, o “terrible” esporádico, mientras Victoria pierde totalmente el control y su monólogo se extiende de cinco, a diez, a veinte minutos desesperados de auto-obsesión. ¿No terminará nunca?

Sin embargo, finalmente parece que pierde carrerilla, y Cheryl se prepara para un contraataque centrado en el fabuloso nuevo Audi R8 que su maridito le ha comprado para ayudarla a lidiar con las manifiestas mentiras publicadas el pasado domingo en la prensa del corazón, completadas con fotos totalmente circunstanciales hechas con cámaras con grandes objetivos. “Pero en serio, no tengo nada más que contar”, insiste V reprobadamente, como si Cheryl la hubiera estado presionando constantemente para obtener detalles mucho más lascivos. “No tengo nada más que contar. ¡¿Y tú?! Dime, ¿qué te parece mi nuevo libro…?”

Vale, lo que verdaderamente importa aquí es si la has estado escuchando o no, y eso determinará dónde te sitúas en la línea del 1 al 10 de la auto-obsesión, donde el 1 indica una familiaridad pasajera con algunos elementos del mundo exterior aparte de la moda y de la prensa del corazón y tu propio círculo más cercano… y 10 indica que te encuentras desesperadamente enamorada de la única persona en el mundo que realmente importa, ¡tú misma!

Si la has escuchado, aún hay esperanza. Si no, probablemente seas el equivalente femenino al futbolista de premier league – digamos con la misma cultura y clase para facilitar la comparación – que se queja de su pareja: “Sencillamente, no puedo entenderlo. Mi mujer piensa que para mí el fútbol está antes que el matrimonio… ¡a pesar de que acabemos de celebrar juntos el éxito de nuestra tercera temporada!”

Pero admitámoslo, no solo los futbolistas y sus mujeres viven en una pequeña burbuja autorreferencial, todos nosotros también. La cultura solía ser una reunión de personas de todos los orígenes para celebrar lo mejor de nuestra creatividad. Pero ahora nos hemos obsesionado tanto con nosotros mismos que toda nuestra creatividad se destina a ser idiotas en Facebook y Twitter, “comunicándonos” las 24 horas del día y los 7 días de la semana con nuestros 650 amigos más íntimos. “Quedándome en la cama hasta tarde, ya por mi séptimo café”, tuiteas con entusiasmo.

“Llevando un gracioso sombrero, de vacaciones en la ladera de la Sierra de Tramuntana… Angela Merkel de ciclismo aquí con guardaespaldas, alojándose en el mismo hotel…”, publicas.

“Mi nuevo Audi R8 recibe su primera abolladura por un altercado con una scooter conducida por un paparazzi alemán…” escribes crispada.

“Millonésima copia de mi nueva autobiografía comprada por mi mejor amiga, Cheryl… Ah, y por cierto, acabo de unirme al grupo de apoyo de famosos necesitados de los amigos de Max Clifford“, cuentas felizmente.

No todo el mundo se muestra tan entusiasmado ante Facebook, aunque hay mucha más gente que lo apoya que la que está en contra, y tengo que admitir que personalmente aún soy atea en relación a las redes sociales (iba a decir “virgen en redes sociales”, pero no estaba segura de la reacción que iba a causar eso…).

El Día Mundial de Abandonar Facebook a principios de verano fue un fracaso total, aunque un cómico estadounidense especuló sobre cuál hubiera sido el efecto si la campaña hubiera tenido más éxito… “Los precios de las acciones se han elevado hoy en el gigante farmacéutico Eli Lilly, el fabricante de Prozac, tras haber sido amenazadas millones de personas con abandonar Facebook de forma consecutiva por cuestiones de privacidad”. “Los psicólogos anticipan que una elevada cantidad de antiguos usuarios de todo el mundo se verán traumatizados al despertarse y darse cuenta de que tan solo cuentan con un puñado de amigos… o menos”.

Y es verdaderamente innegable que no puedes controlar quién ve lo que actualizas en tu perfil o todos los jugosos detalles personales que publicas, que les vuele locos a los ladrones de identidad. Por ejemplo, una camarera de una cadena de pizzería en Carolina del Norte, Estados Unidos, fue recientemente despedida de su trabajo cuando publicó en Facebook lo cabreada que estaba por la escasa propina que recibía. Parece ser que su lamentable jefe vio la publicación y se sintió ofendido. Y aunque no soy famosa por ellos… ¡Es una historia real!

En general, tengo un punto de vista anticuado: todo lo que mantiene a la gente ocupada, también la mantiene lejos de las calles, y eso es algo bueno para el orden social. Es la antigua estrategia de pan y circo que nació con mi escritor satírico romano favorito, Juvenal, aproximadamente en el año 100 d. C…. y se le dio una pequeña alteración local para convertirse en pan y toros durante la España del siglo XIX.

Dios sabe lo que estarían haciendo todos esos millones de personas si no estuviesen inocentemente ocupados en escribir sus publicaciones y tuiteando, actualizando sus perfiles y, en general, dando vueltas en círculos de redes sociales cada vez menores.

Quizá estarían envueltos en algo de cultura real, música, literatura, arte, escultura, gastronomía, o incluso, aunque cueste creerlo, enología. Entonces, ¿qué haríamos el resto? Las cosas están bien así, muchas gracias. ¡Todo funciona en un tuit!