
“El verdadero lujo aquí no es la extravagancia, sino la sencillez”, dice la fotógrafa de origen sueco Pernilla Danielsson, cuya voz transmite la calidez de la isla a la que llama hogar. Para Pernilla, Mallorca es más que un lugar: es una historia, una historia de amor que dura décadas. Desde las visitas de la infancia hasta los viajes de la adolescencia en el camión de carpintero del padre de su amiga, su conexión con la isla ha estado profundamente entretejida a lo largo de los años. Pero no fue hasta que se convirtió en madre cuando sintió un cambio innegable: un anhelo de presencia, de lentitud, de una vida más auténtica. Y fue en Mallorca, bajo su luz siempre cambiante, donde finalmente encontró su sentido de pertenencia.
Una vida marcada por la luz
El camino de Pernilla hacia la fotografía no fue sencillo. Comenzó su carrera como directora de arte con sólo 17 años y pasó décadas creando historias visuales para marcas mundiales, dando forma a narrativas y dirigiendo rodajes. Sin embargo, el estructurado mundo de la publicidad empezó a perder su atractivo. Cuando se trasladó a Mallorca hace 14 años, se sintió irresistiblemente atraída por la luz única de la isla, su capacidad para transformar lo ordinario en extraordinario.
“Estaba viva, cambiaba constantemente”, recuerda. “Me hizo volver a coger la cámara, al principio sólo para mí”. Pero pronto otros se fijaron en ella. Animada por los que la rodeaban, dio el salto y dejó atrás la seguridad de una carrera consolidada para dedicarse a algo mucho más personal. Hoy en día, su fotografía es muy apreciada por su calidad onírica: cada imagen muestra su habilidad para captar no sólo una escena, sino un sentimiento. Ya sea la forma en que la luz baila sobre la piedra calentada por el sol o la manera en que los objetos cuidadosamente compuestos cuentan una historia silenciosa, su obra es una invitación a adentrarse en el sueño mediterráneo.
Una visión narrativa
Más que una fotógrafa, Pernilla se ha convertido en una comisaria de estilos de vida y espacios. Su profunda intuición le permite ver más allá de la estética, percibir el alma de una casa, la esencia de una marca. Este don la ha llevado a hacerse un hueco en el marketing inmobiliario de gama alta, donde no se limita a mostrar propiedades, sino que cuenta sus historias.
“La conexión emocional que siento con una casa es algo que la gente capta”, explica. “No se trata sólo de vender una casa, sino de evocar una forma de vida”. Su habilidad para entrelazar la narración con el arte visual la ha convertido en una figura clave a la hora de dar forma a cómo se percibe Mallorca, un lugar donde la belleza no se encuentra en la perfección, sino en la autenticidad, en el lujo tranquilo de la vida lenta.
Para Pernilla, liberarse no era sólo mudarse a un nuevo lugar, era entrar en su verdadero yo. Y en el cálido abrazo de Mallorca ha encontrado una vida tan luminosa y rica como la luz que capta con tanta maestría.
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