Artista Grason Ratowsky

El artista americano nos cuenta cómo encuentra la inspiración en la isla de Mallorca

Grason Ratowsky

Aunque está a poca distancia en coche de Inca, un pueblo más industrial, el pueblito de Jornets tiene una sorprendente atmósfera de aislamiento. Podría cruzarse en un abrir y cerrar de ojos, ya que está formado por poco más de un grupo de edificios de color miel aglutinados alrededor de una pequeña plaza. Y esta es la sorprendente ubicación del hogar y el estudio del artista estadounidense, Grason Ratowsky.

Un buzón de color amarillo limón con la firma del artista confirma que estamos llamando a la puerta correcta y, pronto, nos da la bienvenida una figura alta y esbelta, de mandíbula cuadrada y un ligero bronceado, con ojos azules que brillan tras las gafas de carey. Grason nos recibe con una cálida sonrisa y nos invita a pasar al interior.

El espacio es relajante y pacífico, a un mundo de distancia del barrio neoyorquino desde el que Grason y su esposa, Lo, se mudaron hace tres años. “Buscábamos un ritmo de vida más relajado y sencillo, en el que pudiéramos concentrarnos en aspectos diferentes de nuestras vidas, como seguir nuestras pasiones y formar una familia.”- nos explica Lo (que espera un bebé para marzo). Grason ya había visitado la isla hace varios años, cuando vivía en Sevilla, y al recordar su belleza natural y su tempo más lento pensó que era el lugar adecuado.

Al poco de llegar, se enamoraron de esta vivienda de un campesino del siglo XVIII, a pesar de haber estado desocupada durante años y en un estado de gran abandono. Pero la pareja vio todo su potencial, como hogar y como estudio, y se dedicaron a darle nueva vida al edificio, pero sin poner en peligro su encanto rústico y sin pretensiones.

Una senda de grava recorre todo el lateral, conectando la entrada con el bonito jardín trasero en una agradable línea de visión. Una nudosa viga de madera antigua abraza paredes de un blanco luminoso y se alza sobre las viejas piedras de molino convertidas en una mesa de comedor con cubierta de cristal. Los comederos de heno, la prensa de uva y el pozo interior originales son otros restos de las bucólicas raíces de la propiedad.

Y hay algo indefinible en el espacio, que hace que los arreglos cotidianos de los objetos tomen el aspecto de bodegones, complementados con una profusa colección de arte moderno. Unos diseños simples, casi primitivos, originalmente pintados en el interior de las tejas del techo han sido replicados en la iluminación del interior. Las líneas entre el presente y el pasado, entre el arte y la vida diaria se difuminan.

El acceso al estudio del artista requiere cruzar lo que parece un umbral, conectado por algunos escalones encalados de precaria construcción. Grason creyó que el antiguo establo de ovejas sería el lugar de trabajo perfecto y, al entrar allí, puede entenderse el motivo. El embriagador aroma a madera, yeso y pintura se combina con una invasión de luz natural y con los altos techos de vigas; con las paredes cubiertas con las obras del artista, el mayor de los dos espacios tiene el aspecto de una galería temporal, con un escritorio sobre el cual se esbozan nuevas ideas y diseños. Además de producir piezas coloridas y atrevidas de arte expresionista, los antecedentes de Grason en diseño comercial todavía siguen en ejercicio en la creación de ‘arte funcional’: diseños originales y, a menudo, poco convencionales para objetos cotidianos, como sillas y lámparas.

El segundo espacio es más pequeño, más íntimo y aislado y el aire está imbuido con una emoción palpable de creatividad. Recién acabado y en exposición se encuentra la última obra de Grason, un encargo del actor y modelo español Jon Kortajarena. Anchas salpicaduras de pintura seca caen de sábanas colgantes, prueba del proceso creativo dinámico y sin inhibiciones de un artista. La pareja también utiliza el estudio para “fiestas de pintura”, en las que grupos de amigos son invitados para dejar que sus jugos creativos corran libres al compás de la música clásica.

Esta pasión por el proceso creativo es fácil de ver tanto en las obras del artista como en el entusiasmo que genera la conversación sobre el fenómeno. La mudanza de Grason a la isla le ha proporcionado el espacio, tanto físico como psicológico, que él considera tan importante para su creatividad. Y es en este remoto estudio en el corazón de Mallorca que el artista ahora siente su mayor inspiración. “Las paredes respiran una esencia en las obras” – explica melancólicamente.

Fotos: Sara Savage

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