El tejido de una nueva vida

Melissa Rosenbauer

Espanyolet es un barrio colindante con el distrito de Santa Catalina, en Palma, y constituye tanto su nuevo hogar como el nombre con el que bautizaron a su estudio de telas y cerámica. Melissa Rosenbauer (39) y Thomas Bossert (50) llegaron aquí en 2015 tras viajar alrededor del mundo. Alquilaron dos pequeños apartamentos en el piso superior de una sencilla casa blanca y los unieron para crear un estudio donde vivir. Cuando los dos están en casa, las puertas están abiertas y se sienten como si vivieran en un loft. “Vivimos en un lado y trabajamos en el otro”, comenta Thomas.

Cuando tenía 26 años este diseñador gráfico abandonó Essen, su ciudad natal, para hacer unas prácticas durante unos meses en Estados Unidos. El viaje se convirtió en una estancia de 20 años. En 2012 conoció a Melissa, una empresaria que trabajaba en la misma empresa en Brooklyn. En Nueva York la vida es excitante, pero también agotadora, como ambos bien saben. “Todo el mundo vive para el fin de semana”, afirma Melissa Rosenbauer, nacida en Nueva Jersey aunque su apellido suene alemán.

La pareja decidió tomarse un año sabático y buscar un nuevo lugar en el que vivir. Vendieron sus pertenencias (muebles, ropa y un apartamento en Brooklyn) y emprendieron un viaje basado en el trabajo creativo en vez de optar por unas vacaciones junto al mar. En Bali alquilaron una cabaña durante dos meses y allí Melissa asistió a un curso de batik mientras que a Thomas los locales le enseñaron a hacer piezas de cerámica.

También pasaron varias semanas en Tailandia experimentando con Shibori, una técnica de teñido milenaria que viene de Japón. En Namibia, el tercer destino de su viaje, probaron la estampación tradicional con cera para colorear tejidos.

En Mallorca aplican las técnicas y disfrutan experimentando con su nueva colección textil. “No queríamos teñir tejidos normales de algodón”, afirma Melissa. En mercadillos encontraron telas tejidas a mano provenientes de viejas fincas, como mantas hechas a partir de una mezcla de lino y cáñamo que antiguamente adornaban los lechos maritales. El uso y el tiempo han dejado su impronta en estos tejidos que tienen más de 100 años de antigüedad y que incluyen parches, pespuntes decorativos y monogramas cosidos a mano.

Thomas Bossert

A partir de los pigmentos se obtienen los diferentes colores (por ejemplo, ahora los tonos azulados y verdes botella están muy de moda) y después se espesan con algas en polvo. Posteriormente aplican la pasta coloreada con una brocha extendiéndola en largas franjas para poder controlar la intensidad del color y el flujo, mientras trabajan en el sentido o al contrario de la trama del tejido. En verano, los pigmentos de color se secan al sol en la azotea y a continuación se meten en la lavadora. El resultado es un tejido que parece antiguo a la par que fresco y moderno. A continuación, los materiales se emplean para fabricar colchas, almohadas o telas de tapicerías y se venden online a Barcelona, Estocolmo o Estados Unidos (de 80 a 360 euros).

“Mallorca y sus colores nos inspiran”, afirma Thomas. Cuando una casa con paredes de colores descascarillados por el sol atrae su atención, le saca una foto y trata de reproducir la tonalidad en su estudio. Cuentan con una paleta de colores para que los clientes elijan y creen su propia colección. “Pero resulta imposible repetir exactamente el mismo color dos veces”, nos cuenta Melissa. Cada tela es una obra de arte y cada funda de almohada, cada colcha, es única. En el futuro, a la pareja le gustaría diseñar textiles y muebles de interiores y mostrar el efecto artístico de sus pinturas de colores. Hace algunas semanas crearon una sala de estar para un cliente utilizando respaldos colgados de la pared recubiertos por sus propias telas.

Además, Thomas complementa la colección de telas con piezas de cerámica (de 70 a 150 euros). Le da forma a la arcilla en el estudio en Palma y a continuación la hornea en Pòrtol. Entre sus primeras piezas se encuentran unas bandejas, en las que los tejidos juegan de nuevo un papel fundamental, puesto que la estructura se hornea con viejas telas de lino en la superficie. El esmalte refleja sombras negras, marrones o blancas en algunos lugares y crean un efecto vintage, muy a la moda. La pequeña colección ya está vendida, porque a los fotógrafos les encantan los pequeños platos para fotografiar comida. Ahora está creando una nueva serie de boles y platos, que también están inspirados en la isla. Gracias a la rugosa estructura de la arcilla y al esmalte negro y blanco, se parecen a los escarpados acantilados mallorquines bañados por la espuma.

Thomas también quiere diseñar pequeños azulejos de colores al estilo Espanyolet, que crean un interés visual en la pared que se encuentra detrás del fregadero de la cocina así como en el baño.