Cuando te atreves a entrar en un restaurante en el que nunca has estado, en un lugar desconocido, ¿qué es lo que esperas encontrarte? Si se trata de una cálida bienvenida con una verdadera sonrisa, Luna 36 te espera en el corazón de Sóller.
“A nivel local, se nos conoce por ser el ‘restaurante sonriente’, así como por nuestro amable personal”, dice Helle Alexandersen, copropietaria y gerente desde 2015 de este popular restaurante con su socio argentino Claudio Bernaschi.
Aunque Helle se mudó a Mallorca hace algunos años desde Dinamarca, su país natal, Luna 36 se encuentra permeado con su sentimiento innato del hygge, el concepto que constituye una de las razones por las que los daneses son los más felices del planeta. “Me encanta hacer felices a otras personas y verles disfrutar de su momento”, dice Helle, cuya experiencia en el sector de la hostelería resulta evidente. El objetivo es el de ofrecer a sus clientes una experiencia, más que simplemente salir a comer fuera de casa.
Helle y Claudio diseñaron su propio proceso de selección de personal para identificar a los candidatos que se acogerían completamente a su particular filosofía de atención al cliente. “En ese aspecto, somos distintos al resto de restaurantes”, explica Helle.
Los productos mallorquines inspiran a la moderna y variada cocina mediterránea, que cuenta con influencias españolas, italianas y francesas. La sensibilización ambiental se traduce en obtener los productos a escala local y elegir alimentos orgánicos siempre que sea posible. Héctor Suizer, el chef formado en San Sebastián y cocinero aprendiz de Helle en 2008 los convierte en platos caseros verdaderamente deliciosos. Trabaja con cítricos locales, aceite de oliva de la cooperativa del pueblo, mariscos del Port de Sóller y otros ingredientes locales de elevada calidad.
Luna 36 se encuentra situado en un edificio que en su día albergaba una de las históricas fábricas de chocolate de Sóller. A día de hoy, continúa albergando un negocio que ofrece un enorme placer a sus clientes, ya sean turistas o residentes locales que acuden cada vez de forma más regular.“Me encanta que Sóller se haya quedado un poco en el pasado, y que aún mantenga un sentido de comunidad”, dice Helle. “Por las noches, cuando todos los turistas se han ido, se puede respirar en sus calles la verdadera vida de Sóller “. O en Luna 36, saboreando una cena con una guarnición de sonrisas.
