Un día en la vida de un viajero internacional

Para algunos, venirse a vivir a Mallorca significa dejar su trabajo. Para otros, es solo cuestión de reservar tiempo para los vuelos.

Jacki Collins

WCuando pensamos en los desplazamientos diarios al trabajo, no suelen venirnos a la mente los aeropuertos. Sin embargo, para un número creciente de residentes en Mallorca, volar se ha convertido en parte de su rutina semanal. Hablamos con Jacki Collins sobre la combinación de su vida en la isla con un importante trabajo en Londres.

“Nací en Filadelfia, pero cambié mucho de residencia en Estados Unidos, así que me resulta difícil decir de dónde soy”, explica Jacki con un suave acento norteamericano, que en algún momento deriva hacia el británico. Sin embargo, sí puede decir que, en este lado del Atlántico, su hogar se halla en una moderna vivienda de Sa Coma, cerca de la carretera PalmaSóller. Allí vive con su marido, que es argentino, dos niños pequeños y dos bellos gatos atigrados. En la universidad Jacki estudió Matemáticas y Bellas Artes. “No acababa de definirme”, cuenta riendo. Sus habilidades analíticas la llevaron a aceptar un trabajo en Wall Street. Después de cuatro años en Nueva York, un banco británico le dio la oportunidad de trasladarse a Londres. Siempre había querido vivir en Europa, así que no tardó en hacer las maletas.

Trabajó durante varios años en diversos puestos del banco y recaló en uno que implicaba viajar con frecuencia a África. “Muy intenso, pero me encantó”. Sin embargo, fue conocer a su marido en Londres, y luego crear una familia, lo que finalmente desencadenó el traslado a Mallorca. Como muchas mujeres, Jacki aprovechó la maternidad para tomarse un tiempo y valorar su situación. Había visitado Mallorca varias veces y se había enamorado de su paisaje rural y montañoso. El socio de su marido también vivía en la isla, así que todo se conjuró para que acabaran mudándose aquí. “Fue con la idea de que fuera a corto plazo”, recuerda Jacki. “Nos plantamos aquí con solo siete cajas y nuestro hijo de tres meses”. Cuando se establecieron y tomaron contacto con otros residentes extranjeros, empezaron a conocer gente que vivía aquí y trabajaba en otros países. Era algo que ella nunca antes se había planteado, que ni siquiera se le había ocurrido.

Pero el trabajo a distancia estaba cogiendo fuerza en el banco y ella pensó que podría funcionar. Y después de una prueba de seis meses de idas y venidas desde Londres, se convirtió en algo definitivo. Ahora va unos tres días a la semana y ya lleva así casi cinco años. Su ritmo es flexible y depende de su agenda, así como de las demandas de su labor como directora de Business Management. “Hay un vuelo muy útil a las siete de la mañana y tengo un chófer muy fiable que me lleva al aeropuerto. Lo difícil está en Londres, porque ¡nunca sabes con qué te vas a encontrar!”. Y ha habido algunos momentos difíciles, cuando los planes de viaje se torcían. “Embarazada de siete meses, me encontré en la terminal sur de Gatwick a la una de la madrugada con el vuelo cancelado y totalmente agotada. Estaba desesperada por llegar a casa y sabía que perdería un día con mi familia”. Pero también hay muchas ventajas. “Cuando estoy en Londres, tengo dos o tres noches para mí, así que puedo hacer cosas como quedar con amigos o ir al gimnasio, que, en otras circunstancias, me restarían tiempo de estar con la familia. ¡Son momentos para mí misma que no me hacen sentir culpable!”. Desde que cambia de país para ir al trabajo, Jacki ha notado que cada vez son más los europeos que optan por este estilo de vida. Obviamente, Mallorca no cuenta con tanta oferta laboral o puestos comparables, y viajar les permite compaginar sus carreras profesionales con la vida en la isla. “No preveo hacer esto para siempre. Pero, mientras lo haga, es perfectamente viable”, dice.

Fotos de Sara Savage