“Entonces, ¿te vas a vivir a Mallorca?”, te pregunta un amigo. Esbozas una sonrisa. “Nos vamos todos”, contestas mientras rodeas con el brazo a tu pareja y a tu hijo. Es el comienzo de un gran viaje que hacen muchas familias. Entre ellas, la de David y Stephanie Horsman, quienes se mudaron a Santa Maria en 2018 con su hija Aoife, de once años. Mientras algunos solo cambian una cultura por otra, esta familia, antes de decidirse por Mallorca, ya tenía la experiencia de haber vivido en el sur de Francia y en Barbados.
Para trasladar a toda la familia a un nuevo país, hay que tomar muchas decisiones, como elegir el colegio adecuado o la casa apropiada; no es como llegar solo a un lugar con la mochila al hombro. Para esta pareja, que creció en un entorno rural, David en Nueva Zelanda y Stephanie en Washington D.C., el factor decisivo del traslado a Mallorca fue su paisaje. “Me impresionó lo inalterado que está. La isla es muy singular y auténtica”, dice David señalando el fondo montañoso que se ve desde Santa Maria. Profesional del turismo gastronómico, su trabajo le llevó durante quince años a hacer viajes de altos vuelos por todo el mundo. Ahora, siente que Mallorca es el lugar adecuado para continuar su labor en ese sector, mientras le da a su familia un lugar en el cual instalarse definitivamente.
Nos encontramos con la pareja en el mercado de Santa Maria, al que suelen acudir semanalmente. Entre tarros de miel y lavanda seca, se oye el rumor de personas charlando. Stephanie, entre enormes manojos de espinacas, explica que la vida rural de Santa Maria les atrajo mucho. “El lugar es tranquilo y apacible, pero también tiene una vertiente muy cosmopolita. Aquí hay vida todo el año”, sonríe David mientras paga la compra. “Hay oportunidades aquí, hay ganas de que las cosas salgan adelante”. Ambos destacan lo fácil que les ha resultado integrarse en la vida del pueblo, y para David ha sido también así en su trabajo. “Nunca somos ‘nosotros y ellos’. Se trata de aprender de la gente del lugar y respetar su cultura. En definitiva, son los guardianes de la tierra y de los alimentos que produce”.
Para asegurar que su hija se sintiera igual de cómoda, Stephanie dice que fue clave elegir el colegio adecuado. “Ella había estado en excelentes colegios en Francia y en Barbados, así que David vino aquí antes a hacer averiguaciones”. Tras entrevistarse con varios jefes de estudios, al final eligieron el Agora de Puerto Portals, debido a un plan de estudios centrado en el español y el catalán. “Es muy importante para nosotros que Aoife aprenda el idioma del lugar donde viva”, añade Stephanie, complacida de que su hija, que “es, por naturaleza, bastante tímida”, se haya integrado bien en un diverso grupo de compañeros de clase.
Desde la India hasta el norte de España, la actividad profesional de David lo ha llevado a diversos lugares. Junto con el trabajo por cuenta propia de Stephanie, ha significado que la familia se acostumbre a crear un hogar en diferentes entornos. Por lo estresante que puede ser la búsqueda de la casa, Stephanie aconseja dejar de lado las expectativas. “¡Puedes llegar a obviar que estás en una casa que ha permanecido igual durante veinte años! ¡Acéptala como es!”. Nos cuentan cómo descubrieron una vieja estufa de leña, o cómo les cautivó la antigua piedra autóctona, y sus rostros se iluminan entusiasmadamente.
Hablando en broma, David se reta a sí mismo a encontrar un lugar mejor que Mallorca para vivir. Menciona sus viajes y surgen nombres como Hong Kong, Sicilia o Niza. Pero admite que, al menos para la familia Horsman, Mallorca “supera con facilidad” a prácticamente cualquier lugar.
Fotos de Sara Savage