Piérdete entre las callejuelas del casco antiguo de Palma y verás cómo hasta los rincones más ocultos de esta histórica zona han experimentado un nuevo despertar. Joyas arquitectónicas centenarias, a menudo abandonadas o vacías durante años, se están redescubriendo y reconstruyendo, dejando atrás décadas de descuido para revelar sus maravillas.
Uno de estos proyectos llegó a manos de Antonia Pizá Vidal, fundadora de 353 Arquitectes, un estudio situado en Alaró cuya impresionante obra supone casi dos décadas de diseño y rediseño de edificios de la isla. Con una especial pasión por reinventar los espacios, Antonia afrontó el reto con entusiasmo.
Y fue todo un desafío, ya que no se trataba solo de reformar el espacio, sino también de darle un nuevo uso: durante años, este antiguo edificio del histórico barrio de Sa Calatrava, que estaba semiabandonado, se había utilizado prácticamente solo como almacén. La idea era convertir este espacio oscuro, sombrío y opresivo en una vivienda luminosa y acogedora, pero conservando cuidadosamente cada centímetro de sus preciosos elementos originales.
A medida que se eliminaban escombros y se limpiaba el espacio, se hacía patente su belleza arquitectónica. Sorprendieron, sobre todo, unos elegantes arcos de piedra arenisca, que se convirtieron en una característica definitoria de la nueva residencia. Además, se dio nueva vida a un encantador patio interior, iluminando paredes de un blanco rutilante, largas vigas de nudosa madera de pino y discretos suelos de baldosas.
Los elementos industriales fueron compensados con materiales naturales, como alfombras de yute y unos cuantos azulejos tradicionales, del interiorista y promotor Lucas Vicens Charbonneau. Sofisticado pero cálido, el ambiente se completó con arte abstracto minimalista.
“Queríamos crear un espacio contemporáneo desde el respeto más profundo por la tradición, recuperar su esencia y convertirlo en un lugar para vivir y disfrutar”, explica Antonia. Y los resultados hablan por sí mismos.
Fotos de Xavier Chantrenne
