Noches en vela en Alcúdia

El estresante proyecto de reforma de una casa en el casco antiguo de Alcúdia

Peter Markham & Rudolph Olivier

Dicen que el amor es ciego. Y eso fue lo que me ocurrió cuando me enamoré a principios del año pasado, pero en este caso quien me robó el corazón fue una casa del siglo XIX de seis habitaciones, situada en el centro del casco antiguo de Alcudia.

En cuanto puse un pie en aquel lugar, me percaté de que iba a costarme muy caro: tres pisos con suelos de baldosas antiguas originales y una terraza en la azotea que ofrecía las mejores vistas de la isla que yo había visto jamás. Me enamoré. “Envuélvala, por favor. Me la llevo”, dije, mientras me daba la vuelta a lo Alexis Colby. “Obviamente, las baldosas antiguas tienen que desaparecer. Coloquen alfombras de pared a pared inmediatamente”, contesté de forma jocosa al perplejo agente inmobiliario.

Adquirir esta casa constituye una de las cosas más temerarias que he hecho, después de mudarme a Mallorca para dirigir el Hotel Can Mostatxins tras 30 y tantos años trabajando en la BBC. Provengo de una familia a la que no le gustan los riesgos. Mi padre era médico y vivió con mi madre en la misma casa durante casi sesenta años. Mi hermano y cuñado eran abogados. Todos teníamos buenas pensiones. Lo primero es la seguridad. Por otra parte, tampoco había tenido en cuenta el aparentemente inexpugnable proceso de planeamiento en el ayuntamiento. Ahora vuelvo a ello.

Así que, con unos rudimentarios conocimientos de español y sin tener ni idea de los presupuestos de reforma, me tiré a la piscina y un viejo amigo y yo adquirimos la casa. ¡Ah! Y sin contar con informes estructurales o abogados y sin tener ni idea acerca de a cuánto ascenderían las cuotas de la hipoteca. No resulta sorprendente que el año pasado pasáramos varias noches en vela.

Algunos presupuestos de renovación después mis nervios iban en aumento y sentía sudores fríos a las 3 de la mañana. No solamente eso, sino que ya habían pasado algunas semanas y la oficina de planeamiento en Alcúdia no había respondido todavía a mi solicitud para modernizar la casa. No tenía muchos conocimientos acerca de lo que implicaba una obra, y había metido la pata al no conocer los pormenores de pe a pa. ¿También había que pagar impuestos por aquello? Otra vez al banco… ¿Pero qué estaba pasando? En esta isla a menudo se utiliza la expresión “poco a poco”. Dada mi antigua profesión, relacionada con noticias de última hora, este concepto se me escapa. A mi juicio, a veces se agradecería un poco de rapidez, especialmente cuando se trata del transporte de Ikea, pero esa historia es para otro día.

Ya habían pasado nueves meses y nuestra casa empezaba a asemejarse a una polvorienta losa. Evitaba pasar por delante cuando iba al trabajo y solo le encontraba utilidad para secar las toallas del hotel en el jardín trasero. ¿Qué narices habíamos hecho?

Una carta de la oficina de planeamiento. ¿Por fin el permiso? Por supuesto que no. Se trataba solamente de una directriz para verificar si la casa estaba conectada al suministro de agua y al alcantarillado. No tenía ni idea. Si no lo estábamos, tendríamos que excavar a través de los preciosos suelos mallorquines de mármol que nos habían empujado a comprar la casa y también tendríamos que contratar a un arqueólogo para que verificara si había ruinas romanas. “Un año de retraso si tenéis suerte”. Qué miedo. Mis amigos empezaron a decir que mi comportamiento había empezado a cambiar.

Dicen que no hay mal que dure cien años, y de repente, todo se puso en su sitio. Por casualidad, tras solicitar el sexto presupuesto para renovar la casa, conocimos gracias al amigo de un amigo a un fantástico constructor, Rick Franklin, un expatriado británico y antiguo bailarín de ballet. Es uno de esos tipos buenos que aparecía a las 9 de la mañana y no paraba de trabajar hasta las 5 de la tarde, en ocasiones junto con su compañero Colin. No hacían siestas y tampoco necesitaban supervisión.

Lo hicieron a tiempo y ajustándose al presupuesto. ¿Cuántas veces ocurre eso? Cuando acabó la temporada, estaba tan quemado que simplemente le di las llaves de la casa a Rick junto con una gran bolsa de bolsas de té Tetley y le dije, “Por favor, es toda tuya. Necesito salir de la isla dos meses”. También encontramos a un aparejador que hablaba inglés, Patrick, que nos permitió salvar los escollos del departamento de planeamiento de forma rápida y efectiva, ahorrándonos la mitad de tiempo. Finalmente las cosas comenzaban a cambiar.

Así que cuando Rick me llamó para decirme que había levantado la tapa de la alcantarilla situada enfrente de casa, había tirado de la cadena y se había vertido alegremente el contenido en el sistema de alcantarillado municipal, tal y como debiera, abrí la botella de champán. Nunca un vertido de desechos humanos había causado tanto alivio.

Un año después de que nos sentáramos frente a un notario y compráramos la casa, la tormenta ya había pasado. Repintamos el exterior y el interior y en la actualidad somos los orgullosos propietarios de una fantástica casa de seis habitaciones completamente renovada, en el mejor lugar de Alcudia. Fue como un segundo visto desde la perspectiva mallorquina, pero para mí fueron como varias vidas. Pensamos mudarnos en un futuro, pero por ahora queremos compartir nuestra historia con nuevos amigos y ofrecemos Can Grande para alquileres vacacionales.

“Nunca había conocido a nadie con tantos cojines”, comentó mi padre una vez acerca de mi socio, Rudolph. Hoy Rudolph trajo 25 más. Seguro que quiere decir que la casa está terminada. Si hubiera sabido de antemano todo con lo que tendría que lidiar, ¿me habría embarcado en este proyecto? Probablemente no. ¿Estoy contento de haberlo hecho? No me cabe duda.

Can Grande, Carrer de Cristòfol Colom, 12, en el centro de Alcúdia está disponible para alquilar semanalmente. Puedes mandar un correo electrónico a office@helencummins.com para más información.