Después de más de cuatro años buscando la propiedad perfecta para sus clientes, Antònia se enamoró de un lugar cerca de Cala Pi, en la costa sur de Mallorca. Con una panorámica expansiva y vistas a la isla Cabrera, fue precisamente el enclave lo que le llamó la atención, más que la propiedad en sí. La casa era poco atractiva y bastante anticuada, la construcción era de estilo ibicenco de los años 70 con habitaciones de tamaño reducido, ventanas pequeñas e increíblemente casi ninguna tenía vistas al mar. Lo que sí tenía, sin embargo, era un permiso para reformar y ampliar, lo que habría sido muy difícil de obtener a día de hoy. Los clientes también se quedaron prendados del entorno, por lo que Antònia se puso manos a la obra para maximizar el potencial de la propiedad.
En primer lugar, amplió el espacio interior para crear habitaciones más grandes, asegurando que todas se beneficiaran de las espectaculares vistas; Todos los baños e incluso algunas de las duchas ahora dan al mar. La entrada a la casa, que había sido oscura y sombría, se amplió con un pasillo de techos altos para obtener más luminosidad y amplitud. Desde ahí se accede a una una sala de estar, comedor y cocina de planta abierta con grandes ventanales que cubren casi todo el espacio y ofrecen una perfecta panorámica.
La piscina estaba perfectamente posicionada, orientada para aprovechar al máximo el sol y las vistas, aunque se agregaron escalones más amplios y se actualizaron los materiales y los colores. La amplia terraza también ofrece un generoso espacio para descansar al aire libre.
Uno de los principales objetivos de Antònia era que el espacio no fuera demasiado frío. Por lo tanto, optó por hacer las paredes principales de la entrada y la piscina en piedra natural, para equilibrar las franjas de vidrio y los blancos del Mediterráneo. “Fue diseñado como un hogar acogedor, no simplemente como una caja blanca de cristal, sino como un lugar para vivir”, explica Antònia.
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