Carlos Prieto, El Hombre Moderno del Pasado

De París a Nueva York: la historia de un pintor mallorquín

Carlos Prieto se topó con el arte de la pintura por casualidad, cuando se mudó de casa y cambió paso de la ESO (Educación Secundaria) al Bachiller, con un mayor enfoque en bellas artes. Pronto se hizo con el panorama artístico, y en particular con Manolo Coronado, artista que le llevó a su estudio durante una semana para que pintase.

Sus padres siempre le han apoyado, aunque, como ocurre con muchos padres de jóvenes de 17 años, no les convencía del todo la carrera que había elegido su hijo. Decidieron darle un año en el que demostrar que tenía potencial como artista, le compraron todo el material que necesitaba para ponerse a pintar y luego poder exhibir. El resultado confirmó que Carlos tenía mucho talento: se vendieron todas las obras de su primera exhibición, cosa que él atribuye a mucha buena suerte y a haber elegido el momento oportuno. Desde entonces nunca ha mirado atrás y su mayor deseo en la vida es poder seguir siendo artista.

Una de las mayores inspiraciones de Carlos es la histórica ciudad de París, sobre todo en los años 90. La influencia de esa época se ve reflejada en sus obras como una opulencia decadente al estilo Moulin Rouge. Llegó a la ciudad por primera vez para lo que iban a ser unos días visitando a su novia de aquel entonces en la ‘ciudad del amor’, pero terminó quedándose un año. La relación con su novia duró poco, pero ella le proporcionó un pequeño apartamento que convirtió en un estudio ambientado en los años 90, con todas las paredes cubiertas de lienzos. Al principio no hablaba el idioma y no conocía a nadie.

Vivía completamente aislado, sin hablar con nadie y no se comunicaba para nada con el mundo exterior. Esta experiencia hizo que se hiciera muy introvertido, y se consolaba adentrándose en épocas pasadas viviendo como los antiguos maestros sobre los que leía; aprendía francés y paseaba por las oscuras calles de París como un desconocido en la noche. Su lugar favorito de la capital francesa está cerca del Rio Seine, pero todos los rincones de la ciudad le causaron gran impresión, inspirándole a experimentar con música además de su arte.

Para Carlos, la música es como el aire que respira y nunca pintaría sin algo de música de fondo, a menudo con auriculares para no molestar a los vecinos durante sus noches en vela.

Su próximo viaje le llevó a Nueva York, donde pagaba el alquiler con sus cuadros. Pronto pudo permitirse un pequeño estudio en Harlem pero, al poco tiempo, se dio cuenta de que ‘estaba casado con París y que no se podía divorciar de la histórica ciudad’. A pesar de que su estudio de Harlem era más grande que el de París, se le hacía pequeño y se sentía atrapado en él.

A diferencia de muchos pintores, Carlos quiere que sus obras sean claras y no quiere que contengan insinuaciones indirectas. Las obras de Carlos no esconden nada, aunque sí que es verdad que la naturaleza de su trabajo parece tener siempre una historia subyacente. La mayoría de sus obras son fruto de su imaginación y memoria. A penas usa fotografías o modelos como base ya que normalmente está tan centrado en el cuadro que se desarrolla como algo completamente diferente al sujeto original. Las obras de Prieto son de un estilo muy reconocible, cosa que ya es todo un logro.

“La base del arte es el dibujo,” dice Carlos, “a partir de allí puedes hacer lo que quieras.” Al igual que los antiguos maestros utiliza pinturas de óleo porque prefiere la calidad que ofrecen. Según él, el único momento en que es realmente él mismo es cuando está pintando en solitario, en privado. Cualquier otra situación la describe como una representación en la que participa como parte del trabajo: “Cuando pinto sólo, soy una persona diferente.” Sus obras siempre son fieles a sí mimo, incluso las encargadas. Puede que un cliente quiera un cuadro que pegue con los cojines y las cortinas de una habitación pero, al final, pinta lo que a él le gustaría ver colgando en su pared.

Su segundo gran amor, después de París, es el cine. Uno de sus sueños es poder pintar una pantalla de cine y donarla a la ciudad de Palma. A pesar del éxito de sus exposiciones, sigue siendo muy humilde y cree que el éxito es relativo.

Piensa que no hace falta haber pintado durante mucho tiempo para ser un gran artista: “Picasso ya era increíble cuando tenía siete años.”

Cuando Carlos se inició en el mundo del arte en el colegio ya era un poco más mayor que Picasso, pero su éxito hasta ahora no ha sido ninguna casualidad.

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