Fabrizio Plessi

Todo ha salido perfecto, declara Fabrizio Plessi, el célebre artista multidisciplinario que con 74 años goza de una capacidad de invención que incluso supera a la que tenía hace 20 años. «Las personas ansían conservar la juventud, pero con los años y el conocimiento, me he convertido en una máquina. Antes necesitaba 2-3 meses para desarrollar una idea. Ahora sólo necesito 20 minutos para planificar una muestra. Surge instintivamente, como el respirar», explica. Según Fabrizio, su energía brota de su fidelidad a su amor, a su familia, a sus ideas y a su concepto del arte. «Este año he trabajado más que en los últimos 10 años de mi vida. En seis meses he estado en seis museos. Para un artista es algo impensable», dice.

El pasado mes de diciembre inauguró el Museo Plessi, dedicado completamente a su obra. La construcción es inusual y original, pero lo que lo hace único es su emplazamiento: la A-22, Autopista del Brennero – promotora del proyecto -que comunica Italia con Austria y Alemania. Obra del ingeniero Carlo Costa, se erige con la voluntad de restablecer la unión entre los mundos mediterráneo y germánico, separados desde el fin de la I Guerra Mundial hasta la firma del tratado de Schengen, el 1 de enero de 1995. El museo está rodeado de montañas, tiene una superficie de 13.000 m2, es gratuito, lo visitan una media de 1.000 personas por día y está abierto 24 horas, los 365 días al año. Su interior es un ágora sensorial que reúne instalaciones, vídeos, esculturas y elementos gráfico-pictóricos.

La pieza central es la obra creada para la Expo de Hannover en el año 2000, inspirada en la región del Tirol. Plessi ha diseñado el recorrido expositivo, los muebles, elementos del museo, las innovadoras mesas digitales y la biblioteca con árboles incrustados: una alegoría al bosque y al origen de los libros.

«Para mí este museo es un honor y un privilegio. Un diamante encastrado en la naturaleza donde se empieza a percibir la luz del Mediterráneo, dedicado a los árboles y al agua combinados con la tecnología. Cuando el viajero llega al museo escucha la música, el sonido del agua, rodeado de 200 televisores, mientras se toma un café o una copa de champagne contemplando una escultura de 200 m de altura. Es una atmósfera increíble, única. A pesar de todas las complicaciones en su desarrollo, después de cinco años es una realidad».

El próximo año se convocará el Primer Premio Plessi Internacional para jóvenes artistas.

Un mes después, en enero de 2014, presenta en el Museo Ludwig de Budapest la instalación “Laberinto Líquido”, representando la lava y el fuego junto con “La Luz del Llaüt”, que ya se mostró en la Lonja. «El Gobierno italiano me ha ayudado muchísimo. Todas las personalidades de Budapest vinieron a la inauguración», relata satisfecho.

Poco después, en marzo, se muestra en la Fundación Schneider de Basilea una de sus creaciones más espectaculares, “El flujo de la memoria”, una tabla de madera de 22 metros de longitud atravesada por un río virtual flanqueado “a modo de ribera”, por más de 400 proyectos sobre el agua. El bosque, otro de sus temas recurrentes, se representaba por seis troncos gigantes colgados del techo, bajo los cuales una pantalla recreaba el sonido de la lluvia. «Era todo muy emocional, pretendía tocar el corazón», declara.

En mayo era el turno de la Fundación Mudima de Milán. «Es la Fundación más antigua de Italia. Hemos expuesto sobre cuatro pianos todo el trabajo que hice durante los años ’70 en Milán. En el fondo de una piscina de cerámica negra había una barca con agua electrónica proyectada con un televisor catódico que creé en el ’73. Es mi época más experimental», relata. Un viaje al pasado que reunió a los mejores críticos de Milán y a sus mejores amigos.
En junio viaja a un castillo, el Museo Ludwig de Koblenz, donde se vuelve a exponer la “Luz del Llaüt”, acompañada de la música de Michael Nyman, su amigo. Fabrizio insiste: «me siento un gran embajador cultural de la isla. Mis llaüts viajan por toda Europa. Para esta exposición pinté todo el museo de azul, a modo de gran cueva azul mediterránea, y en su interior estaban todas las barcas. Las he recuperado, reconstruido y he salvado una memoria histórica y un patrimonio cultural de Mallorca».

Por último, en julio, recibió el Premio Pascali 2014 que define como «el más importante que me han dado en la vida. Sólo se da a artistas que hayan cambiado el panorama cultural. Pascali era como Andy Warhol, pero lamentablemente falleció en un accidente de moto con sólo 33 años. Trabajaba con el agua y teníamos “feeling”, lo conocí en el ’68 y amábamos la obra el uno del otro. Se me parecía un poco; pelo largo y un tanto zíngaro», comenta emocionado. Por ello, en la Fundación Museo Pino Pascali de Polignano ha creado una gran instalación dedicada a Pino Pascali, basada en la temática del agua y titulada “Plescali”.

Todos estos proyectos los ha planificado en Mallorca durante el verano, donde se reúne con los directores de los museos. Fabrizio no entiende cómo el gobierno local no convierte a Mallorca en un centro cultural universal. Sobre proyectos futuros, comenta: «nunca hablo del futuro, pero te adelanto que haré algo grande para la Bienal de Venecia y la Expo de Milán 2015».