“Entonces, ¿cuál es el secreto para hacer el soufflé perfecto?”

Stephen Luscombe en equilibrio

Stephen echa la cabeza hacia atrás y se ríe: “Oh, guau… Bueno, llevo haciendo suflés más de doce años… De hecho, hemos calculado cuántos he hecho y nos han salido unas decenas de miles”.

Para el chef de Devon, el suflé se había convertido en su creación estrella. También era un punto fuerte de la carta del exitoso restaurante del Reino Unido que dejó atrás hace dos años, cuando decidió dar el paso y trasladarse a Mallorca.

“Hay un millón de cosas que pueden salir mal cuando haces un suflé. Todos los pasos –explica Stephen– tienen que ejecutarse a la perfección. Pero en realidad las mejores recetas para el suflé son sencillas. Solo hay que seguirlas con cuidado. Se trata de encontrar el equilibrio”. Y gracias a su reubicación en la isla, eso es justo lo que Stephen ha encontrado por fin en su vida. Su particular epifanía se produjo al caer en la cuenta de que había pasado las primeras Navidades en familia en diez años, “algo que no habría ocurrido si aún estuviéramos en nuestro país”. El rostro de Stephen se ilumina cuando habla de sus tres hijos y es evidente que aprecia mucho el tiempo de más que ahora puede pasar con ellos.

Tras perfeccionar sus habilidades culinarias con chefs de categoría mundial (Marco Pierre White y Raymond Blanc, dos gigantes del sector), acabó creando su propio restaurante, The Golden Ball, en la pudiente localidad de Henley-upon-Thames. “Los primeros cinco años fueron muy difíciles”, recuerda Stephen, pero la preparación, la disciplina y su firme filosofía de trabajo, aprendidas en exigentes cocinas del país, hicieron que el establecimiento despegara. Se ganó mucho reconocimiento, incluso de primera línea (Mary Berry, de Bake Off, y el hollywoodiense Brad Pitt figuran en su lista de clientes célebres). En cualquier caso, no podía confiarse y todavía tardó otros cinco años en ceder las riendas del negocio.

Stephen también reconoce que al principio se resistió al traslado. Sin embargo, lo admite: “El único de la familia que realmente se oponía del todo a la idea fue quien acabó beneficiándose más… Yo”.

“Venir a vivir aquí fue una de las mejores decisiones de mi vida. Desencadenó un proceso que me permitió desvincularme del negocio en mi país”. Aunque confiesa tener acceso desde el móvil a las cámaras de seguridad de su restaurante, cada vez lo usa menos.

Aún trabaja a conciencia, pero haber creado su propia empresa de cáterin en la isla le da más tiempo para disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Un ejemplo: cada día dedica tiempo a recolectar naranjas de su huerto y hacer zumo natural. “Nuestros árboles están cargados de fruta. ¡Hemos llenado todas las botellas que teníamos!”.

Un coche de alta gama que se trajo del Reino Unido había simbolizado su éxito. Pero últimamente no le hace demasiado caso y usa medios de transporte más modestos. “Ahora nada me gusta más que subirme a mi escúter, la sensación de libertad, no sentir ninguna presión”. Un símbolo más adecuado a su nueva vida en la isla, más pausada y equilibrada.

“A veces me pellizco para comprobar que no estoy soñando”, remacha Stephen.

Photos by Sara Savage