El pianista David Gómez

Sus conciertos de música clásica a la luz de las velas, y en lugares atípicos, fascinarán a la audiencia este verano

Durante siete años, David Gómez ha estado iluminando el panorama musical mallorquín como sólo él sabe. El pianista se ha ganado la fama a través de sus conciertos a la luz de las velas en lugares tan escénicos como el faro de Andratx y el Castillo de Capdepera. Las entradas se agotan casi siempre.

Alto y con unos llamativos ojos azules, David exhibe la confianza que viene de estar en el candelero tanto tiempo. Tiene 38 años pero ofreció su primer recital a los 14. Estaba nervioso, dice, “siempre hay nervios y a día de hoy los hay”.

David recuerda: “Cuando venía alguien a casa, mi madre siempre decía, ‘venga tócales algo’, y yo encantado. La música es un idioma para expresarse con la gente. No serviría de nada estar ocho horas sentado en un piano y no expresarme con nadie, debes llegar al corazón – porque si no, no tiene sentido.”

Empezó su primera gira en 1998 y desde entonces ha tocado en Asia, Latinoamérica y Australia además de auditorios tan emblemáticos como el Concertgebouw de Amsterdam y Carnegie Hall en Nueva York, lugares que son “un poco para hacer currículum”. Por eso prefiere tocar en sitios con más impacto visual, como en faros e iglesias en ruina. “Encuentro los teatros siempre muy fríos. No los disfruto tanto como lugares donde me siento realmente a gusto,” dice David.

La inspiración para los conciertos de velas viene de cuando vivía en Holanda, “donde la gente cuando llega a casa por las noches, cena y enciende unas velitas”. Añade: “Prefiero utilizar luz indirecta, por eso uso las 200 velas, me siento mucho más cómodo para poder expresar la música.”

David nació en Suiza, hijo de españoles, pero su familia se trasladó a Mallorca cuando él tenía tres años. Volvió a Suiza para estudiar en el Conservatorio de Ginebra.

“Mi padre era jardinero y soy de una familia muy humilde,” dice. “Mi madre tocaba el acordeón pero no tengo una influencia música familiar realmente.

“Aquí cuesta una barbaridad estudiar música, tienes que luchar 20 veces más para avanzar. La música es un idioma más, igual que hay que estudiar inglés, hay que estudiar la música porque desarrollas mucho más la inteligencia y la creatividad. Aquí hay un nivel básico de música clásica: conocen a Chopin porque vivía aquí, a Mozart porque vieron la película y a Beethoven porque estaba sordo. Muchos conciertos en Mallorca están casi vacios, no va nadie. Es una vergüenza.”

Siendo pianista y mallorquín, David es consciente del legado de Frédéric Chopin, el compositor polaco que vivió junto con su novia francesa, Georges Sand, en Valldemossa durante un año en la década de 1830. Dice: “Para el año que viene estoy intentando hacer uno de los conciertos de las velas en un cementerio y quiero tocar la Sonata Nº2 de Chopin que tiene la Marcha Fúnebre. ¿Te imaginas las velas dentro de un cementerio?”

“Tengo una pieza compuesta que es para piano y acordeón – la toqué por primera vez en los jardines de La Cartuja de Valldemossa el año pasado, está dedicada a Georges Sand, se llama The Garden. Con la mano izquierda toco el piano y con la derecha el acordeón al mismo tiempo.

Estas piezas van a salir en un disco que se llama The Island, casi todas están dedicadas a algo de Mallorca, como el atardecer en Son Marroig.”

Aunque David está dispuesto a criticar los gustos músicos en Mallorca no tiene nada que reprochar a su educación mallorquina. “Creo que no me hubiera gustado crecer en Suiza,” dice. “Es un país que te ofrece muchas posibilidades pero el clima Mediterráneo no lo cambiaría por nada del mundo. He vivido en Holanda e Inglaterra y el arte es mucho mejor que aquí, la gente tiene una sensibilidad muy superior a la de aquí.

De hecho, los detalles buenos que me han pasado aquí han sido con público alemán y holandés. Los alemanes tienen la cultura de la música desde niños. Todos los compositores que ha habido ahí: Schubert, Beethoven, Bach… no se puede comparar con España. En Viena, por ejemplo, entré en una tienda de discos y la sección de música clásica era la más grande todas.”

Efectivamente, su compositor favorito es Bach. Dice: “Podría estar horas tocando Bach, es tal el equilibrio de ritmo, colores y lo harmónico que es que es imposible cansarse. Es el único autor que cuando lo estoy interpretando, además de que es muy difícil, me siento muy a gusto.”

“¿Hay algo que le queda por hacer?”, le pregunto, pensando que quizá me diría tocar en el Coliseo o La Alhambra. “Una banda sonora de Woody Allen, ese sería mi sueño,” es su inesperada respuesta. Como siempre, David Gómez piensa a lo grande.