Te despiertas envuelto en sábanas de algodón, con el resplandor del amanecer filtrándose en la habitación. El vuelo de la noche anterior llegó tarde, pero el corto trayecto entre el aeropuerto y el hotel fue fácil. Al darte cuenta de que no tienes nada que hacer, ni trabajo ni reuniones, te estiras en la cama, feliz y comodamente. Durante el desayuno en el jardín, saboreas un jugoso melocotón y jamón de Parma, te tomas un aromático café y te maravillas ante el exuberante verdor del entorno. El aire está perfumado de flores y, a lo lejos, se divisa la montaña de Galatzó que se eleva desde la mágica reserva natural del Puig de Galatzó, esperando a ser explorada.
Un santuario del siglo XXI
Pero aún no, el primer día de tus merecidas vacaciones lo dedicarás a relajarte. El amable personal que trabaja en el Kimpton Aysla dedicarán todos sus esfuerzos a este objetivo. Desde el momento en que Eva te registra, todo el mundo que conoces es un ejemplo cálido y encantador de la amable hospitalidad mallorquina. Hay tantas instalaciones en este antiguo club de campo convertido en resort de cinco estrellas en Calvià, que no sabrás por dónde empezar.
Una vez que te has despegado del fragante jardín mediterráneo, te apetece un chapuzón en una de las dos piscinas perfectamente climatizadas y una visita al lujoso spa para disfrutar de un masaje celestial. Cuando el sol empieza a apagarse, un Bellini espumoso mientras tu y tu pareja elejís entre el tentador menú de fusión asiática de SABA. Más tarde, te retirarás al remanso natural de paz y lujo que es tu habitación, para soñar con su oasis de cielo azul y lo que te espera mañana, aquí en el paraíso.
Texto por Anna Mason
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