Taller Pradas, la tercera generación de herreros en Mallorca

Pradas sean, probablemente, los mejores herreros de la isla

Tenemos la sensación de que Bonifacio Pradas hubiera preferido habernos conocido en su pintoresco taller en Palma en lugar de en el rugiente almacén del polígono industrial. Nos habla de su colección de cerraduras antiguas que allí se exhiben. Las paredes están forradas con estantes de herramientas, moldes y varillas de hierro. En un lado podemos ver un fuego parpadeante en una chimenea de metal. Puede que no sea bonito pero, sin embargo, transmite vida.

“Me mudé a Mallorca por mis hijos”, dice Bonifacio, “querían continuar con el negocio y hay más espacio. Pertenecen a la tercera generación”. Ya conocimos a Gumer, su amigable hijo mayor. Al igual que hizo su padre, él aprendió el oficio cuando era adolescente. La complicidad que hay entre ellos hace que nuestro encuentro sea un verdadero placer.

Queremos entender el proceso y Bonifacio nos lo pone fácil, no se hace de rogar. Maniobra su antigua estación de trabajo que se convierte en el centro de atención. “Esto tiene unos ciento cincuenta años”, dice, sobre el yunque reluciente de acero montado sobre una base de roble.

Antiguamente los herreros estiraban el hierro ellos mismos, pero hoy en día se trabaja con varillas pre cortadas. Bonifacio arroja una de ellos al fuego. Debe alcanzar una temperatura de al menos mil grados centígrados y por la intensidad del color sabe identificar cuando está listo. Al poco tiempo empieza a brillar un color naranja intenso.

Cuando Bonifacio comienza a batir el hierro en una curva, decidimos detener la grabación de audio de la entrevista. No nos damos cuenta de que el arte de forjar tiene su un sonido propio. “Hay que escuchar el martillo”, nos dice Gumer, “está calculando cada golpe”. Después de siete golpes consecutivos, hay una serie de tintineos similares a los del xilófono cuando el martillo frena contra el yunque. Bonifacio nos cuenta que había un cirujano que solía venir a menudo para escuchar el sonido de esta percusión única.

A pesar de la apariencia contundente y robusta del martillo, es un arte minucioso. Admirando las rejas ornamentadas que cuelgan del balcón del entresuelo, tratamos de comprender el trabajo que implica. Nos atrevemos a preguntar sobre la ventaja de hacer las cosas a la antigua usanza. “Cada pieza es única”, comenta Bonifacio, “cada pieza que hago es una obra de arte”.

Lleva más de cuarenta años trabajando con hierro forjado y su pasión es inquebrantable. El estado de sus manos no pasa desapercibido. “Oh, ahora trabajo mucho menos”, se ríe, mostrándonos sus ennegrecidas palmas. “Mi padre está chapado a la antigua y no usa guantes” dice Gumer, “es capaz de levantar un hierro al dente y no quemarse. Yo en cambio me quemo incluso con los guantes puestos”. Sospechamos que Gumer está siendo modesto, pero Pradas Art no necesita preocuparse por su estrategia de marketing. Su reputación los precede. Entre los edificios históricos y de lujo en los que han trabajado se encuentran el emblemático Palau March, el Hotel Basílica, Cap Rocat y el Hotel Majestic de Barcelona.

“Si necesitas algo, háznoslo saber”, dice el afable Bonifacio mientras nos despedimos. Estamos tentados a pedir un remache hecho a mano como recuerdo. Ahora que hemos tenido la oportunidad de ver a este maestro herrero trabajando, nos damos cuenta de que estamos frente a un gran artista.

Photos by Sara Savage

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