Él es el tío bueno guapo, moreno y alto que aparece en todas las fantasías de las chicas de sangre caliente y, no por sorpresa, fue nominado a uno de las 50 personas más guapas del mundo por una revista destacada del mundo de la farándula americana. Además, a la relativamente tierna edad de 31 años, los ingresos de su carrera profesional – y me estremezo de pensar en sus otros medios de capitalización como los productos publicitarios, papeles de estrella…- han alcanzado la asombrosa cifra de 12,8 millones de dólares netos. Incluso considerando el estado precario del dólar, Carlos Moyá tiene mucho de lo que presumir. Extrañamente, no le da ninguna importancia a todo ese mundo, casi llegando al punto de la ambivalencia. No me cabe la menor duda ahora de porqué se le conoce en el circuito del tenis como Carlos Frío.
A decir verdad, con su larga melena de pelo despeinado que se eriza por debajo de la gorra de béisbol, sólo su altura destacada singularizaría a Carlos de entre los jóvenes musculosos que utilizan las instalaciones de su gimnasio en Palma. Si no hubiera reconocido a este número uno del tenis mundial gracias a un encuentro previo, probablemente le hubiera parado y le hubiera dicho: “Ey, amigo, aquí tienes un par de euros – cómprate una Pepsi… y córtate el pelo, hazme el favor.” Pero ya nos habíamos encontrado en una ocasión hace dos años, cuando se me había asignado la responsabilidad por parte de una prensa amarilla británica de hacerle frente – en el Hotel Meliá Victoria, y pregunté si él alguna vez había tenido un ligoteo con Rebecca Loos, relacionada con David Beckham.
Inquebrantable, me lo negó por aquel entonces, así como lo volvió a hacer ahora. “Yo no”, dice Carlos. “Nunca la he conocido – creo que fue otro tenista español.” Bueno, perdona que te saque el tema de nuevo, Carlos. No es nada personal, ya sabes. Sólo son negocios, de la misma manera que a la mafia no le gusta correr la voz justo antes de que un sicario surja de las sombras con una pistola para llevar a cabo una ejecución. Carlos está resignado a llamar la atención de las columnas de sociedad – en particular donde se mencionan mujeres hermosas – casi tanto como su valor profesional en las páginas deportivas.
La rotura de la relación con su novia de muchos años, la estrella del tenis italiano Flavio Pennetta, fue tan titular como cuando empezó una relación con la actriz española encantadora, Carolina Cerezuela.¿Pero casarse? Ahora mismo, hay más posibilidades de que gane Wimbledon que de que eso ocurra. Y eso que no le gusta nada jugar sobre césped. “Simplemente no es mi mejor superficie – es muy rápida y la bola bota demasiado bajo,” dice Carlos sobre el torneo más prestigioso del mundo, donde su mejor resultado fue llegar a una cuarta ronda en 2004. El juego, sin embargo, continua siendo la estrella local, el punto de referencia en su vida, y la fuente que le ha hecho ser rico y aclamado en la misma medida. No sabe nada más y no ha querido saber nada más desde los 6 años, cuando se enfundó por primera vez una raqueta con un propósito claro en la escuela de tenis de Mallorca.
Desde entonces, Carlos ha brillado en el camino del éxito por la escena del tenis mundial, y toda apunta a que va a continuar yéndole todo de cara, con la fuerza de su brazo derecho y sus largas y ágiles piernas. Ni siquiera la soledad de las largas distancias de un deportista es catalogada como un riesgo profesional. Ya que su familia – el padre Andreas, la madre Pilar, el hermano Andreas Junior y la hermana Begoña – y amigos en la lejana Mallorca se tomarán las 12 uvas al son de las campanadas por él en la víspera de año nuevo, mientras Carlos estará celebrando el 2008 con la llegada a la India tras un vuelo de 12 horas, donde se jugará el primer partido de la ATP.
Pero quizás en algún lugar bajo esa apariencia dura, haya una duda que se oscurece – un miedo creciente a que los días de gloria están contados, y a que su época en lo más alto esté llegando a su final.
“Quiero seguir jugando tanto como pueda,” dice Carlos apasionadamente. “Me encanta el tenis, aunque la temporada sea muy larga, viajar sea agotador y no tenga suficiente tiempo para trabajar en mejorar mi juego. “¿Pero qué haré después del tenis? No lo sé; no hago planes para cosas que están tan lejos. De todas maneras, siempre está la liguilla tenis senior.” Y siempre está Mallorca. A pesar de estar exiliado a Suiza por razones deportivas y fiscales, Carlos nunca puede escapar de la adicción de la isla, su familia en la Bona Nova, las playas soleadas donde practicaba surf y las montañas vestidas de pinos donde paseaba como un niño.
Nada hará tambalear los orígenes de su vinculación a la isla soleada y, para endurecer sus raíces incluso más, hace dos años invirtió en el super gimnasio Profitness, en el centro Ocimax, justo a la entrada de la Vía Cintura al final de Palma.
“No,” dice Carlos enfáticamente. “Siempre volveré a Mallorca – nunca está lejos de mis pensamientos.”
Un día, quizás, creará el centro de tenis Carlos Moyá aquí también.
Sin embargo, mientras, situado en la posición 17 de la lista mundial de ATP, Carlos ve inútil gastar esfuerzo en hablar de un declive, es prematuro en extremo. Quizás no habrá ya más títulos de Grand Slam como el que consiguió en el Open de Francia en 1998 – ni más triunfos añadidos a los que obtuvo en la Copa Davis en el año 2003.
Pero, él dice: “Estoy satisfecho con mi carrera profesional hasta día de hoy. He alcanzado todos mis sueños, lo cual no es algo que esperara hacer cuando tenía 17 ó 18 años”. “De acuerdo, sólo he ganado un Grand Slam y puedes valorarlo de dos formas: si, sólo fue uno, pero… ¿cuántos jugadores pueden decir que se las han arreglado para llegar a eso?
La cuestión es puramente retórica. Pero una nueva generación de jugadores, cuyo ejemplo máximo es su allegado compañero y compatriota Rafael Nadal, está mostrando unas maneras muy beligerantes y explosivas, frente a la generación de pura sangres de Carlos. “Estoy realmente orgulloso de Rafa – es un talento con mucho futuro, que se merece ser el número 1 del mundo,” dice Carlos recalcando. “Es mi mejor amigo en el circuito; soy como su hermano mayor.” “Al fin y al cabo, junto somos embajadores de Mallorca y España alrededor del mundo y es nuestro privilegio serlo.”
Juego, set y partido para Moyá, como dicen ellos.