Cuando nos encontramos ante una empresa como Llull Sastre, resulta tentador fijarse en primer lugar en el alcance de sus logros, puesto que hace gala de una cartera de proyectos sencillamente excelentes por las Baleares. Sin embargo, si damos un paso atrás y desviamos nuestra atención, nos percatamos de esos otros elementos que revelan el verdadero carácter de la empresa.
Por ejemplo, considera su sede. Visita la oficina principal ubicada en un barrio de Palma, e inmediatamente percibirás el tremendo sentido de solidaridad y la familiaridad que desprende el equipo al completo. Tras haber saboreado las mieles del éxito, los fundadores de la empresa se podrían haber mudado a un lugar más glamuroso. Sin embargo, decidieron quedarse en su emplazamiento original. ¿Por qué? Porque su fuerza no radica en la imagen, sino en el trabajo que realizan y en su dedicación.
A continuación, fíjate en cómo trata a sus trabajadores. Se trata de un factor que refleja el alto nivel ético presente tanto en la oficina como in situ. La tasa de accidentes en Llull Sastre es una de las más bajas de todo el ramo y otorgan a la seguridad de los empleados una importancia primordial. Llull Sastre invierte de forma seria en el desarrollo de los miembros de su equipo, y éste responde con una disposición para afrontar los retos y expandir los límites de la excelencia. El equipo técnico tiene una antigüedad media de 10 años en la empresa por lo que son muy profesionales y comprometidos con la misma.
Esta empresa familiar, fundada hace más de 80 años y a cuyo frente está la tercera generación, es conocida por sus obras públicas, desarrollos hoteleros y proyectos residenciales. Pasea por la bella avenida arbolada de El Borne, el Paseo Sagrera y el Paseo Mallorca, en Palma, y lo que admiras es el trabajo de su solícito departamento de mantenimiento. Maravíllate frente al Hotel Castell Son Claret y verás una obra de Llull Sastre. Lo mismo ocurre con algunas de las mejores viviendas residenciales de alto standing que se pueden encontrar hoy en día.
Cuando un magnate de Oriente Medio adquirió recientemente una casa en una icónica cala ibicenca para su hija, insistió en que fuera Llull Sastre la empresa que se encargara de la reforma. Tras haber recurrido a ellos en varias ocasiones anteriores, no le confiaría este trabajo a nadie más. Lo mismo ocurre con la clientela internacional procedente de Gran Bretaña, los países escandinavos, Alemania, Canadá y los Estados Unidos.
Después de todo, este es el tipo de empresa que trabaja duro en silencio y que deja que sus éxitos hablen por ella.
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