Cuando los propietarios entraron por la puerta de su casa de campo en Felanitx, se sintieron invadidos por la emoción. Habían pasado más de seis meses desde su visita desde el Reino Unido y, aunque confiaban plenamente en Justine Knox, en el camino desde el aeropuerto se habían sentido algo nerviosos. La villa, un tesoro de su familia durante décadas, estaba empapada de recuerdos y llena de valor sentimental. Acababa de sufrir una transformación. ¿Cómo sería? ¿Seguiría siendo igual?
UN EFECTO ESTIMULANTE
Al entrar en el espacio recién diseñado, se quedaron embelesados. Antes, su casa, aunque muy querida, parecía cansada. Ahora no parecía la misma, sino renovada. Atrás quedaban los suelos y los apliques de luz anticuados, sustituidos por opciones elegantes y modernas. Las hermosas vigas originales se habían pintado, las ventanas de madera lucían un blanco impoluto, y las barandillas de hierro de las ventanas y las barras de las cortinas, antaño rudas, se deslizaban ahora con un suave tono de latón oxidado. De pie en la cocina, contemplando los atrevidos muebles azules hechos a medida, las encimeras de piedra de cuarzo y los taburetes de mimbre, el corazón se llenaba de alegría. Justine Knox es famosa por su amor y su inteligente uso del color, y esta habitación fue una clase magistral. “Los colores son las sonrisas de la naturaleza”, dice el refrán, y en ninguna parte era más cierto que en esta finca de piedra, rodeada de olivares.
SOÑANDO EN MALLORCA
El cielo era azul y las luces del interior reflejaban una tonalidad viva y despreocupada. En el exterior, las contraventanas estaban pintadas con cariño de un encantador color aguamarina, y en todas partes, desde el salón hasta los dormitorios y cuartos de baño, nos acariciaban el alma los relajantes y cálidos tonos mediterráneos naranjas, verdes y turquesas. Cada semana, mientras soñaban con cielos soleados y su amada segunda residencia, los propietarios recibían noticias e ideas directamente de Justine. El uso de una paleta de colores vivos fue una apuesta arriesgada, pero mereció la pena. Mezclando lo antiguo y lo nuevo y añadiendo una gran dosis de confort contemporáneo, la elección de la interi- orista había sublimado la vieja y querida villa, manteniendo su esencia. Esta villa en el valle, con sus habitaciones de estilo marroquí -la principal con una cama con dosel-, seguirá siendo el refugio de la familia durante muchos años. Mientras el aire acondicionado sonaba a lo lejos, la resplandeciente piscina y las tumbonas hacían señas y la larga mesa de madera maciza pedía que se colocaran cuencos y vasos. Los propietarios se quitaron los zapatos y empezaron a acomodarse en su refugio mallorquín.
Texto Anna Mason | Fotos Knox Design
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