En el debate internacional sobre la sostenibilidad y el clima se ha producido un revelador cambio. Los mandatarios han sustituido la neutral expresión cambio climático, que algunos consideran engañosa, por otra que describe mejor la situación: emergencia climática. Pero, aunque las palabras son importantes para impulsar la protección del planeta, sin duda ha llegado el momento de actuar.
Es fácil pensar que vivimos en una burbuja, en nuestra bella isla del Mediterráneo, pero la insularidad nos hace más vulnerables al cambio climático. La subida del nivel del mar y las sequías son solo dos de los efectos potencialmente devastadores que afectan de manera especial a las islas. Y obviamente no hay que considerar solo los efectos del calentamiento global, sino también de la contaminación, como la de los microplásticos que afectan a la cadena alimentaria, sobre todo en el medio marino.
Tenemos un ejemplo del desafío que se plantea en la reciente propuesta del Consell de Mallorca de cerrar dos de las incineradoras de la isla. A pesar de ello, la reducción de residuos se quedó en 100.000 toneladas por debajo de lo previsto, así que las plantas tuvieron que seguir quemando basura. Los bajos niveles de reciclaje son, en gran parte, los culpables: en 2019 solo supusieron el 17,6 %, cuando el objetivo fijado por la Unión Europea es del 50 %. Además, en 2018 el Gobierno balear protagonizó titulares internacionales al anunciar que prohibiría la venta de los plásticos de un solo uso en 2020, fecha que ahora se ha retrasado al próximo año.
Pero, afortunadamente, hay quien está abriendo camino y actuando. Uno de estos grupos es la Fundación para la Conservación de Mallorca (MAPF), que trabaja por la sostenibilidad desde su creación en 2017. Su objetivo es “preservar la gran belleza y calidad medioambiental de Mallorca, procurando convertirla en un modelo de gestión sostenible para las islas”. Un panel de expertos analiza todos los proyectos presentados y los fondos, donados por particulares y empresas preocupados por el medioambiente, se dedican íntegramente a los proyectos seleccionados. Su Comité Ejecutivo está compuesto por especialistas de gran nivel, como Ben Goldsmith, cofundador del fondo y persona también implicada en proyectos similares en otras islas del Mediterráneo, el Caribe y el Índico.
Entre los proyectos impulsados por esta organización en 2019, hay uno destinado a reducir el uso del plástico en la agricultura, con ayudas para que el sector de la isla adquiera alternativas de bioplástico. También se creó una iniciativa de apoyo a la producción local de alimentos, con cocinas colectivas que permitieron transformar los cultivos en productos de mayor viabilidad económica. Este año, la fundación aborda estrategias basadas en la naturaleza en relación con las emisiones de carbono.
Para muchos, en materia de sostenibilidad, es clave el turismo. Si bien el número de visitantes parece haber alcanzado su punto máximo, todavía surgen interrogantes sobre lo sostenible que es esta actividad en la isla. El grupo de agencias de viajes Futouris, que vela por la protección medioambiental de los destinos turísticos, ha desempeñado un papel decisivo en este sentido, al colaborar con grandes empresas del sector, como el grupo TUI, para promover el proyecto “Vacaciones sin plástico en las Baleares”.Aunque son iniciativas positivas, está claro que no podemos depender únicamente de políticos, entidades privadas o particulares para resolver el problema, sino que debe haber una auténtica colaboración entre todos ellos. Así lo considera Hans Lenz, presidente de la Fundación para la Conservación de Mallorca: “Siempre será necesaria la interacción entre los esfuerzos públicos y los privados; donde no sean suficientes los unos tienen que activarse los otros. Todas las organizaciones tienen que implicarse mucho más y colaborar de manera más efectiva para asegurarnos un futuro mejor”.
Photos by Sara Savage
Contacto
