Cuando llegamos a la Knox Design Store de Santa Ponça, donde hemos quedado con la interiorista Justine Knox, vemos cómo acarrean una raíz de árbol Naga. Hoy están haciendo cambios en la tienda porque van a presentar nuevos conceptos. El ajetreo sintoniza con la vitalidad del lugar y enseguida nos sentimos bienvenidos, gracias a muchas sonrisas y calurosos saludos. Justine nos conduce hacia el interior mientras buscamos un lugar donde sentarnos. Pasamos junto a sillones de un blanco coral, cojines turquesa y mantitas anaranjadas, así que es difícil elegir. Por los colores tropicales de su vestimenta, Justine escoge un sofá del color de la piedra arenisca y así evita un inapropiado contraste cromático.
El color a nuestro alrededor es muy ilustrativo de la pasión de Justine por los espacios vibrantes. Sin miedo a trabajar con una paleta poderosa, explica que el color es clave, tanto en la tienda como en sus proyectos. Motivada por la curiosidad de saber qué estimula exactamente a sus clientes, trata siempre de entender su carácter. De ahí surgen los colores. “Hay que hacer las preguntas adecuadas”, explica apoyando el brazo en el sofá. “Se trata de conocer a los clientes y descubrir cómo quieren sentirse en su hogar”; se puede acertar con una espiral de verdes ortiga o con el rojo oscuro de los tonos vino. Justine cuenta que muchas veces los colores más interesantes aparecen con las preguntas más inusuales. “Descríbeme un día”, por ejemplo, es una de las cuestiones que, durante sus quince años de profesión, le ha funcionado mejor con sus clientes, la gran mayoría de los cuales vuelve a demandar sus servicios. Justine lo atribuye a su apertura y pasión por las relaciones sociales. “Sin duda, soy una persona muy sociable”, dice con una sonrisa.
Su equipo continúa moviendo objetos a nuestro alrededor, con lo cual nuestra conversación deriva hacia las relaciones en la tienda. Sus ojos brillan cuando opta por usar la palabra “familia” en vez de “equipo”; como su marido, Bruce, y su hija Marisa trabajan con ella, es prácticamente eso. También en esta circunstancia pregunta para saber cómo se sienten sus colaboradores, lo que se traduce en el ambiente alegre que tiene la tienda. Justine no diferencia entre clientes y empleados; en ambos casos, las conversaciones son sinceras y están basadas en la confianza y la transparencia. Con esas dos relaciones tan presentes en su trabajo, nos preguntamos por el tiempo que le queda para desconectar. Se ríe, recordando unas vacaciones en Indonesia, donde no pudo evitar pensar en el trabajo. “Fui a bucear y el coral era tan increíble que me sorprendí pensando en… ¡diseñar alfombras!”. Nos reímos; “parece más pasión que trabajo”. Asiente. “Nunca me levanto por la mañana y pienso: ‘Uf, tengo que ir a trabajar’’’.
Cuando estamos acabando, Bruce entra con un gran panel de vidrio. Asumimos que va encima de la raíz de árbol Naga. “Es para hacer una mesa de centro”, confirma Justine, con una irresistible calidez que ilustra a la par su creatividad y afabilidad.
Photos by Sara Savage