Yo nunca lo habría sabido, pero la planta baja de Sant Jordi 61 fue en su día una fábrica de envasado de albaricoques.
“El hecho de que se tratara de una propiedad con tanta historia fue realmente emocionante para nosotros”, dice Miquel Bauza de LF91, describiendo cómo él y su equipo fueron más allá para preservar las características existentes de la noble casa de Pollensa. El resultado es un sereno santuario de cuatro dormitorios, que muestra líneas blancas puras fusionadas con un alma arquitectónica original.
Sant Jordi 61 ha sido impecablemente rehabilitado y reimaginado. Una entrada sobria y elegante invita a explorar el refinado espacio interior, con un total de 634,57 metros cuadrados. Un toque especial y único en la planta baja delata la gran atención al detalle: el antiguo sistema de sujeción del suelo mediante tirantes, minuciosamente restaurado.
Escalera al cielo
Una amplia escalera de piedra pulida conduce a la primera planta, que consta de 4 dormitorios con 3 baños en suite y un baño de invitados, así como una sala de cine y un gimnasio. Si se sube más alto, se llega al aspecto más destacado de la casa: un antiguo ático, artísticamente convertido en un espacio paradisíaco de salón, cocina y comedor, con su techo de capitoné y su gran ventanal con vistas panorámicas de la ciudad.
La gran terraza y el comedor de verano, con una preciosa pared de piedra vista, han sido diseñados para que los residentes puedan disfrutar de unas vistas increíbles tanto del pueblo de Pollensa y su iglesia como de las montañas de la Serra de Tramuntana. La piscina, con profundos azulejos azules, te transporta directamente al mar Mediterráneo.
Ponerse en forma
El armonioso efecto del producto acabado puede parecer que no requiere esfuerzo, pero en el proceso se empleó mucha sangre, sudor y lágrimas.
“Fue todo un reto rehacer el tejado, adaptándolo e intentando conservar la forma del edificio para que la casa no perdiera su esencia”, recuerda el arquitecto.