Fue la navegación lo primero que atrajo al propietario del último boutique hotel de Palma a Mallorca. Hace unos 20 años, atracó su barco en la marina de Palma y decidió disfrutar de una copa en Plaça de la Drassana, en el histórico distrito de La Lonja. De inmediato, le impresionaron los hermosos edificios de la zona y, por casualidad, justo a la vuelta de la esquina estaba a la venta un antiguo palacio. Era el Palacio Can Marques, habitado por varias generaciones de la familia Can Marques, que había estado viviendo allí 1870.
Pensó que sería una buena inversión y compró la propiedad, que estaba en muy mal estado. “La inversión en el edificio había sido nula durante años”- explica – “pero la estructura era buena. Todo lo demás, el techo, la fontanería, la electricidad, necesitaba cambiarse”. La renovación comenzó con la idea de seguir utilizándolo como residencia privada, pero costó siete años acabarla. “Cuando empiezas un proyecto como este, nunca sabes cuánto te va a llevar. Si lo supieras, ¡es posible que nunca lo empezaras!”
Pero Kim estaba motivado por el amor hacia el precioso edificio del siglo XVIII y estaba determinado a devolverle su antiguo esplendor. Sin embargo, hace dos años decidió convertirlo en un hotel. Aunque conseguir los permisos no fue difícil, el desafío fue cumplir las obligaciones requeridas: instalar la infraestructura requerida para un hotel de lujo sin comprometer en ningún modo la estructura; modernizar los interiores sin perder la personalidad. En la escala social de edificios protegidos, el Palacio Can Marques está solo uno por debajo de la catedral La Seu, así que tuvieron que moverse con mucho cuidado.
Y el resultado es realmente sobresaliente. Al entrar, los arcos abovedados y las elevadas columnas de piedra proporcionan una sensación de grandeza, al tiempo que la elegante simetría de la escalera principal es la definición perfecta de refinamiento arquitectónico. Más allá, las amplías aberturas dejan pasar la luz y permiten entrever la resguardada y tranquila terraza ajardinada. Una sensación de luz y espacio envuelve la propiedad; no hay esquinas oscuras en las que los fantasmas pudieran ocultarse. Hay también una ligereza de toque, allí donde el refinado esplendor de la propiedad ha podido dejarse ver.
Y el muy especial diseño interior, también, ha contribuido a llevar a este hotel de lujo a impresionantes alturas. La diseñadora de interiores internacionalmente reconocida, Aline Matsika, fue la fuerza creativa detrás de la decoración y el mobiliario, que ella define como “eclécticos”. Esta descripción es solo un indicio de la maravillosa combinación de elementos que ha elegido uno a uno de todo el mundo y entre varias épocas de diseño, así como creaciones – como las alfombras tejidas y la sorprendente iluminación – hechas a partir de diseños propios de Aline. Los huéspedes pueden comprar algunos de los elementos que se exponen en el hotel.
La experiencia de diseño interior de Aline brilla particularmente en las 13 suites, cada una con un estilo individual y con un nombre que refleja su personalidad (como Catedral, Renacimiento, Oasis o Romance). La Riad es una suite enorme de tres dormitorios y casi 400 metros cuadrados, lo que la hace casi la más grande de la isla. La habitación de la Torre tiene vistas de 360 grados sobre casi todo Palma, el puerto y la cercana sierra de Tramuntana. Elementos originales, como las ornadas chimeneas restauradas y los paneles de madera tallada son complementadas por muebles antiguos reparados, asientos de sensual terciopelo y pinturas y esculturas únicas.
Aunque el número de hoteles boutique en la capital mallorquina ha crecido de forma exponencial en los últimos años, la apertura del Palacio Can Marques marca una adición genuinamente excitante y original a la colección. Su existencia también significa la restauración y celebración de una magnífica pieza de la historia arquitectónica de Palma que, tras casi 300 años tras puertas cerradas, puede ahora ser disfrutada por aquellos que reserven sus maravillosas suites.
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