“¡Mira, está volando!”, dice Alejandro Palomino señalando uno de sus proyectos. La planta superior del edificio está hecha casi completamente de vidrio y es difícil diferenciar el exterior del interior. Por contra, los pisos inferiores parecen ser casi parte de la colina donde se halla la casa. Seguimos con entusiasmo las explicaciones sobre su último proyecto. Cuando Alejandro habla de arquitectura, vemos a un artista trabajando, manejando con habilidad un afilado lápiz para llenar de vida una página en blanco.
Pero antes de dibujar la primera línea, mira, siente y escucha al paisaje y a los materiales, a la cultura del lugar, al sol y al viento. ¿Qué desean sus clientes y cuál es su estilo de vida?
“El entorno es tan importante como los deseos del cliente. Queremos que el edificio esté en el paisaje, no que lo domine. Eso es mucho más difícil que construir un edificio común, tipo caja blanca. Pero nos encanta el reto. Hago bocetos, los descarto y comienzo de nuevo, y lo hago muchas veces hasta que tengo la sensación de haber acertado”.
Luego Alejandro empieza a dibujar una estructura esquelética, hecha solo de madera y unas cuantas paredes. Unas líneas orgánicas más suaves sustituyen a las formas cuadradas. Ahora las plantas crecen donde antes había paredes de piedra. Las escaleras, el salón y la terraza aparecen fusionados en una gran sala. Así se creó la Prunera, la casa de la que él se siente más orgulloso.
“Hablamos con expertos en resistencia y arquitectos de toda España, pero nadie sabía cómo construir una casa de ese tipo con madera, así que hicimos los cálculos nosotros mismos”. Él mira siempre más allá, como ha hecho en todo momento, nunca satisfecho con las convenciones.
Antes, Alejandro transformaba el estilo mediterráneo con modernos edificios cubanos. Hoy, su lápiz se desliza sobre el papel sin interrupciones. Ahora busca algo universal, una conexión, un flujo. “Para conectar –dice–, hay que abrirse y transferir eso a la arquitectura”. Solo separa espacios, de interior y exterior, si es necesario, y las habitaciones de dentro también parecen fluir entre sí: “Arquitectura líquida”.
En ese concepto, la sostenibilidad no es un añadido, sino la esencia. Los materiales se dosifican. La piedra es de Mallorca y la cortan los canteros de la isla, la madera tiene origen sostenible y uno de sus proyectos será una casa de energía cero o energía plus. “Hay una tendencia global hacia la sostenibilidad en la arquitectura”, dice. No solo Alejandro ha cambiado, sino también sus clientes, que solicitan esos conceptos cada vez con más frecuencia. Seguiremos con entusiasmo su trabajo para ver qué futuro dibuja para Mallorca.
Photos by Sara Savage