Son varias las razones por las cuales uno decide vivir en España. Sin duda, la expectativa de disfrutar de un menor coste de vida es una de ellas, aunque muchos se sorprenden cuando llegan a Mallorca y descubren que no todo es tan barato como esperaban…
Cuando decidimos dejar de vivir en el Reino Unido hace cuatro años, nos sedujo el sol de la isla y la gran actividad de Palma, así como una vida que pensábamos que iba a ser mejor para nuestro bolsillo. Nos instalamos en nuestro piso palaciego, justo en el centro histórico de Palma, por mucho menos de lo que costaba nuestro “acogedor” apartamento de una habitación en las afueras de Londres. Llegamos con un niño pequeño y resultó que la guardería también suponía un ahorro en comparación con lo que pagábamos antes. Además, trabajar a distancia y ganar el sueldo en libras esterlinas, con un tipo de cambio favorable (fue antes del referéndum del brexit), suponía una ventaja más. Todo parecía ir viento en popa.
Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar pronto: las facturas del gas y la electricidad eran inexplicablemente elevadas; teníamos que pagar un seguro de salud para toda la familia (aún no éramos residentes); e incluso la comida parecía ofrecer poco o ningún ahorro en relación con nuestra anterior situación. Nuestras esperanzas de “vivir por menos” se desvanecieron.
Si sumamos el hecho de que los precios de los alquileres se han disparado aquí en los últimos años, casi nos quedamos ya sin esa anhelada ganga. Pero, en realidad, no tendría que habernos sorprendido tanto. Por un lado, la insularidad implica que casi todo tiene que traerse de fuera por mar o aire. En segundo lugar, históricamente éste es un destino que ha atraído a gente de elevado poder adquisitivo, con el consiguiente aumento de precios en algunos sectores, especialmente en el inmobiliario. El turismo también hace su particular contribución, por ejemplo, encareciendo los alquileres de coches o los billetes de avión, sobre todo en verano.
Sin embargo, se puede aprender a combatir el alza de los precios, e incluso convertir estas circunstancias en ventajas. Obviamente, nos hicimos residentes; además de ser un requisito legal, nos proporcionó acceso gratuito a la excelente sanidad pública de la isla. Con un certificado de empadronamiento, uno tiene derecho a descuentos considerables en todos los viajes por el territorio español. Y, aunque alquilar un coche resulta caro cuando la demanda es alta, en los meses menos cálidos hay ofertas por menos de un euro al día. Al hacer la compra, hay que buscar productos de temporada para reducir costes, y así también contribuir a la preservación del medio ambiente.
En cualquier caso, en última instancia, hay que tener presente la calidad de vida que ofrece Mallorca. Las playas y los bosques, el aire limpio y el sol no tienen precio, en ambos sentidos de la expresión, y afortunadamente todos tenemos la misma posibilidad de disfrutarlos, independientemente del tamaño de nuestra cartera.
Fotos de Sara Savage