Una mujer de mundo

La diseñadora Aline Matsika sobre la fusión de ideas

Aline Matsika

Tan pronto como Aline sale a la cálida brisa de Mallorca, notamos una irresistible energía en torno a ella, humilde, sabia e intuitiva. El cuello de su ligera blusa de satén resplandece con el sol de la tarde, destacando un cierto centelleo en sus ojos, que han visto la belleza allende la costa de Palma. Proponemos sentarnos en un lugar del jardín tropical del Palacio Can Marques, un hotel con diseño suyo al que dio vida junto con su compañero Kim. Acepta, mientras quita del sofá unas cuantas hojas rizadas, se sienta y esboza una sonrisa incluso antes de que empecemos.

Comenzamos por el principio, hasta que queda claro que podría haber varios principios. Las palabras salen de sus labios como líquido, salpicando conversaciones en su día mantenidas y ciudades entonces experimentadas. Hay riqueza en sus descripciones, que siguen un hilo de fuerza creativa, desde las pasarelas de moda a los mercadillos, de un continente a otro. Los muebles que movía de sitio cuando era niña fueron la primera señal de una diseñadora que no vería límites para su creatividad. Notamos lo mismo en su relato, a medida que pasamos de escoger máscaras africanas a encargar estatuas de piedra en Florencia. La amplitud de su visión creativa se incrementa con cada país que menciona, así que preguntamos cómo se las arregla para darle sentido a todo. Hace un gesto en el aire: “Paneles de inspiración”. Compartimos una sonrisa. Sin importar lo ecléctico que sea su trabajo, la gran distancia a la que le han llevado sus experiencias, todo encaja con una distendida sencillez.

El canto de los pájaros nos devuelve al Palacio Can Marques y, cuando expresamos nuestra admiración por su diseño, hay un silencio más suave y sentido. “Can Marques es mi…”. Busca las palabras, pero encuentra dificultad y cambia a su lengua materna, el francés. Suspira: “… Bueno, todo viene de conocer a Kim”. La conversación tiene ahora un tono diferente y sus viajes a lejanos lugares pasan a un segundo plano. Se refiere al momento en que Kim compró el Palacio Can Marques y vivía en una de sus habitaciones. Abre mucho los ojos. Cuenta que ella le dijo que era “fabuloso para albergar un hotel boutique”, a lo que él contestó con un “nunca”. Nos reímos, mientras ella señala el que hoy es uno de los más majestuosos sitios de Palma donde alojarse. Le preguntamos por su suite estrella y no lo duda: Renaissance. Describe un cuadro que hay allí, de una pareja caminando apresuradamente por una galería de arte. No sorprende su pasión por él. El ritmo, la libertad y el mundo de fondo. Todo encaja, como encajan sus paneles de inspiración. Aline, Kim y el mundo.

Photos by Sara Savage

Contacto

Palacio Can Marques

Carrer dels Apuntadors, 15, Palma