Hace un tiempo, una segunda residencia en Mallorca podría haber sido una simple propiedad. El interior habría sido sencillo, no demasiado hogareño pero lo suficientemente cómodo para pasar unos meses al sol y junto al mar. Requeriría poco mantenimiento, menos inversión (en cuanto a diseño) y menos rasgos personales que la vivienda principal. Aunque esto podría seguir siendo cierto para los propietarios de segundas residencias, un cambio en el sector del diseño local dice lo contrario. Los artesanos, diseñadores de interiores y fabricantes de muebles de Mallorca están viendo más demanda que nunca por parte de propietarios internacionales que buscan llevar más de Mallorca a sus hogares. Los productos locales hechos 100% en la isla han calado hondo en el sector de las segundas residencias.
Sentido de pertenencia
En los últimos años, los propietarios de viviendas han sentido un renovado aprecio por sus propiedades. Hemos aprendido a valorar nuestro emplazamiento, su cultura y el modo de vida de nuestros vecinos. Los internacionales que pasaron por aquí echaron sus raíces en suelo mallorquín, apreciando la isla a un nivel más profundo y local. Las repercusiones de este acontecimiento han cambiado la forma en que decoramos nuestros hogares, alejándonos de la producción en masa y acercándonos más al fabricante individual.
La necesidad de conexión (dentro de la comunidad local) y el sentido de pertenencia son los dos motivos principales de este cambio. Comprar localmente afirma nuestra lealtad a la pequeña red artesanal de Mallorca, y dentro de nuestros hogares, nos trae los sencillos placeres del mundo natural. Los productos mallorquines hechos en casa son cálidos. Son rústicos, orgánicos, hechos con amor y un recordatorio para los compradores de segundas residencias de que ésta también es su casa (nada menos que cualquier otra propiedad que tengan en otro lugar). El tiempo en Mallorca es precioso y el cambio hacia lo local demuestra el valor que le damos a sentirnos en nuestras casas, más que a lo que poseemos dentro de ellas.
El toque mágico mallorquín
Tiendas de muebles como Can Garanya en Manacor están desempeñando un papel importante en el cambio hacia lo artesanal. Son una de las muchas tiendas de diseño de la isla que representan una línea histórica de fabricantes en Mallorca. Del tipo que almacena cestas de mimbre hechas a mano por gente como Tomeu Perelló o las obras del ceramista Jaume Roig y la artista textil Adriana Meunié. Cada producto nace de los miles que le preceden, siguiendo un largo patrón de técnicas populares centenarias.
El aumento de la actividad de compra en Can Garanya (y otras similares) es una señal reconfortante de que los mallorquines se niegan a ver desaparecer sus tradiciones locales. Valoran el lugar donde se fabrican sus productos y reconocen su papel dentro de la comunidad. Los arquitectos también están cambiando con los tiempos, alejándose de los diseños más austeros y acercándose a las obras maestras más suaves. Ya sea piedra de Santanyí, pantallas de lámparas de hierba trenzada o cerámica moldeada en arcilla local, el sector de la segunda residencia está abrazando el lugar donde se encuentran sus cimientos. En el corazón del Mediterráneo.
Texto de Rosie Foot
Fotos de Sara Savage