Aviones, trenes y también viajes al espacio… El magnate Richard Branson, que también posee imponentes propiedades vacacionales repartidas por todo el mundo, ha transformado nuestros paisajes y cielos con su imparable marca Virgin.
Azotada por un huracán, su casa de la isla Necker está en obras, así que Richard está disfrutando de un merecido descanso en algunas de sus otras propiedades, que llevan el sello Virgin Limited Edition. Entre ellas, se encuentra su recién reformada posesión de Mallorca, donde puede vivir la vida que se vive en España. “Son Bunyola es mi refugio mallorquín favorito. Vengo siempre que puedo”, me cuenta.
“Desde que vine por primera vez de niño, llevo a Mallorca en el corazón”. Pero esa historia de amor con la isla se vio arruinada por disputas con las autoridades locales, cuando le denegaron el permiso para crear un hotel boutique de lujo en la espectacular finca de Son Bunyola. De ahí que la vendiera en el año 2002, junto con otro icónico hotel que tenía en Mallorca, La Residencia. Casas con legado histórico
Richard se dio cuenta de que añoraba Mallorca y su ciudad Palma de Mallorca y cambió de opinión. En el año 2015 surgió la oportunidad de volver a comprar Son Bunyola y no pudo resistirse; cerró el trato por unos once millones de libras esterlinas. Ahora piensa convertir la finca en el mejor complejo ecológico de Europa. “En el centro de la propiedad, hay una casa del siglo XIX, rodeada de viñas, árboles de cítricos, almendros y olivos. Es una maravilla. ¡Estoy deseando ver cómo avanza el proyecto!”.
Situada entre Esporles y Banyalbufar, la propiedad tiene unas 270 hectáreas y está en un enclave declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. “La costa noroeste siempre me ha resultado muy atractiva. Tiene tanto que ofrecer… naturaleza en estado puro, pintorescos pueblos, restaurantes de primera clase, y hoteles y cultura rural. La zona, que está ubicada en la sierra de Tramuntana, sorprende por su paisaje y acoge algunos de los pueblos más singulares y con mayor patrimonio histórico de la isla. Mi hijo, Sam, incluso le dio a su propia hija el nombre de Eva-Deià, en honor al pueblecito de Deià, que es uno de los más bonitos del mundo”. Sobre una línea costera de cinco kilómetros, Son Bunyola ofrece imponentes vistas y cuenta con tres villas recién transformadas en residencias de ultralujo para alquilar, además de la antigua casa antes mencionada.
“Inauguramos las villas Sa Punta de S’Àguila y Sa Terra Rotja en el verano de 2016, y Son Balagueret el verano pasado. Nosotros normalmente ocupamos Sa Terra Rotja, que tiene cuatro habitaciones y está en el límite de la propiedad, pero no podría elegir mi favorita entre las tres”.
Techos con vigas a la vista, balcones, dormitorios suntuosos, un comedor con chimenea… Sa Terra combina sutilmente lo antiguo y lo moderno, con un resultado elegante. Desde la terraza y la piscina privada se ve el luminoso Mediterráneo y hay una tranquila playa de guijarros en las proximidades.
De estilo tradicional mallorquín, Son Balagueret tiene un patio y una torre del siglo XIII; con tres dormitorios, rezuma historia por los cuatro costados. Techada con tejas de terracota, Sa Punta de S’Àguila posee cinco dormitorios y se funde con el paisaje que discurre por la costa, de modo que su terraza permite ver tanto las montañas como el mar.
Cada villa cuenta con piscina privada y un solícito servicio de conserjería. “¡Por no mencionar las imponentes vistas!”, añade Richard. “Alojarse en Son Bunyola no supone alojarse en una villa cualquiera; ¡es mucho más que un lugar en el que desconectar! Invitamos a los huéspedes a comportarse en las villas como lo harían en su propia casa; nos gusta que nuestros invitados se sientan especiales y reciban un excelente servicio, y nuestro objetivo es que vivan una experiencia única, auténtica”.
Días de gloria
Productora en el pasado de aceite y vino, la finca de Son Bunyola tiene una historia importante. Para rememorar sus días de gloria, se han plantado almendros, árboles de cítricos y viñas junto a los viejos olivos. En agradecimiento a esta tierra, el prolífico filántropo recuerda que su empresa se ha comprometido a proporcionar formación y empleo para la población local. “Damos trabajo a la gente del pueblo, y adquirimos alimentos y bebida producidos aquí. Nos esforzamos por proteger el precioso paisaje que tenemos la fortuna de ocupar. Nuestra filosofía marca una gestión respetuosa con la cadena de suministro, el comercio justo, la ética en las relaciones laborales y, por supuesto, con el medio ambiente”.
Entretenimiento isleño
¿Qué le gusta hacer aquí? “Eso es lo bueno de Mallorca… que hay mucho que hacer y algo para cada persona… incluso si es solo tomar el sol en una buena tumbona”.
El carismático empresario batió records mundiales con el barco Virgin Atlantic Challenger II, que se encontró abandonado en la isla hace unos años, tras haberlo comprado un sultán. También batió marcas mundiales en otro deporte en el que tiene mucha experiencia, el kitesurfing.
“Soy un poco adicto a la adrenalina, así que necesito encontrar modos de moverme y vivir aventuras, y Mallorca es estupenda para el senderismo o el ciclismo. También aconsejaría desplegar velas y explorar la costa a lo largo de la Tramuntana, donde se encuentran magníficos lugares para hacer esnórquel y explorar cuevas ocultas. La transparencia de las aguas del Mediterráneo hace que este sitio también sea ideal para el buceo y la pesca”.
Cuando no está por ahí, haciendo deporte o sumergiéndose en la gran cultura de la isla, siempre tiene a su disposición su terraza, donde pone en práctica sus otras aficiones, el yoga y el taichí. Richard también disfruta con una buena partida de ajedrez, y tampoco se queda corto cuando juega al tenis. Para fortuna suya, la pista solo está a un tiro de piedra…
La magia de Mallorca
“Mallorca es especial para mí porque tiene el ambiente perfecto para relajarse, reír, aprender y amar en familia”. Eva-Deià ahora tiene un hermano, Bluey, mientras que la hija de Richard, Holly, le ha dado otros dos nietos, Etta y Artie, que son gemelos. Ahora que tiene nietos, Richard aprovecha para pasar más tiempo en este lugar, que tiene especial significado para todos ellos. “Mis mejores recuerdos son de lo más sencillo: sentarse a charlar, contemplar el paisaje y disfrutar de la buena mesa en buena compañía. Ya somos varias generaciones las que tenemos vínculos con esta isla y estoy seguro de que las generaciones venideras los mantendrán”.